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London Town

London Town

London Town es un popular libro victoriano de poesía infantil que presenta una imagen alegre y animada de Londres en el punto álgido de su gloria imperial. Felix Leigh, autor de los versos, fue un prolífico escritor cuyas ilustraciones y poemas aparecieron durante muchos años en la revista Boy’s Own Paper. Las ilustraciones son de Thomas Crane y Ellen E. Houghton. Y que además, gracias a la Librería del Congreso tenemos una edición en descarga gratuita: archive.org / openlibrary.

Crane diseñó las páginas ornamentales y Houghton hizo los dibujos. Thomas Crane era el hermano mayor de Walter Crane (1845-1915), quien hizo mejoras revolucionarias en los libros ilustrados para niños, asegurándose de que el texto y las ilustraciones se diseñaran de manera conjunta, para tener como resultado un todo armonioso. Houghton era prima hermana de los Crane, que también eran famosos por sus diseños de tarjetas navideñas.

Arsénico sin compasión

Arsenic Jars

«Pero la señorita Marple, meneando la cabeza con obstinación, miró de hito en hito a sir Henry.
-Estoy en lo cierto, ¿no? Lo veo muy claro. Los cientos de miles… la crema aromatizada… quiero decir
que no se puede pasar por alto.
-¿Qué es eso de la crema y los cientos de miles? -exclamó Raymond.
Su tía se volvió hacia él
-Las cocineras siempre ponen «cientos de miles» en la crema, querido -le dijo-. Son esos azucarillos rosa y blancos. Desde luego, cuando oí que había tomado crema para cenar y que el marido se había referido en una carta a cientos de miles, relacioné ambas cosas. Ahí es donde estaba el arsénico, en los cientos de miles. Se lo entregó a la muchacha y le dijo que lo pusiera en la crema.»
«Srta. Marple y 13 problemas» AGATHA CHRISTIE

Arsenic VialNo cabe duda que en en siglo donde «la Gran Bretaña victoriana fue envenenada en el hogar, trabajo y clubes», hay un montón de casos criminales donde el arsénico se utilizaba para acelerar las herencias, tapar las bocas hambrientas y despejar el camino en una carrera empresarial. El arsénico era fácil de comprar (media onza – suficiente para matar a 50 personas- sólo costaba un centavo, el mismo precio entonces que una taza de té o la entrada a un baño público), era fácil de administrar y sobre todo muy eficaz, y esa fue precisamente la razón de que el arsénico fuera en la época victoriana la herramienta de elección para los asesinos y los suicidios por igual.

Tan popular era como método criminal en la época que incluso los médicos de la reina Victoria tuvieron que esforzarse por encontrar nuevas formas para determinar en una autopsia si la víctima había sido envenenada en realidad por arsénico, o sufría de cólera (enfermedad que muestra síntomas parecidos). Los abogados de la acusación y la defensa en el Old Bailey estaban muy interesados en estas investigaciones.

Green DressPero lamentablemente, que el arsénico estuviera presente en un cadáver no significaba necesariamente que hubiera algo turbio detrás (por lo menos, no para dictaminar una condena por asesinato clara). Durante todo el siglo XIX prácticamente todo lo que los victorianos tocaban estaba mezclado con arsénico. Si no se consumía accidentalmente el polvo blanco ya que fácilmente se confundía con el azúcar o la harina (recordad además que había una alta tasa de alfabetismo); se podía encontrar en el papel tapiz verde de sus salones y terrazas (conocida es la historia donde en 1879, la reina Victoria, ordenó que todos los papeles tapices verdes en el Palacio de Buckingham debían ser eliminados ya que hizo un dignatario de visita, que pernoctaba en palacio durante la noche, se sentía muy enfermo); los soldados británicos en la India, lo mezclaban con pimienta negra para crear la píldora Tanjore, un popular antídoto para las mordeduras de serpientes; los médicos lo prescribían con frecuencia como una cura para afecciones como el reumatismo, gusanos (tenias) y las náuseas del embarazo; para la limpieza de los rebaños de ovejas; la fabricación de velas; la elaboración de cerveza (estaba presente en la glucosa que se usaba en las cervecerías durante el proceso de fermentación de la mezcla); la taxidermia; como plaguicida para eliminar voraces ratas o molestas moscas; como líquido para embalsamar; en los tintes de color verde de los vestidos de crinolina que eran signo de elegancia y tan de moda estaban en la época; cremas, champúes para revertir la calvicie y tratamientos de belleza (Dr Simms Arsenic Complexion Wafers and Medicated Arsenic Soap); pastillas para subir la líbido (la viagra victoriana); colorantes usados para pintar juguetes y lapiceros (verde de Scheele); e incluso por increíble que parezca como coloración para los alimentos.

the Arsenic CenturyPor eso, si se quiere profundizar más en el interesante mundo relacionado con el veneno más mortífero del s. XIX recomiendo leer «the Arsenic Century: How Victorian Britain was Poisoned at Home, Work, and Play» de James C. Worthon (435 páginas). Es una lectura (en inglés) excitante y apasionante, donde un neófito puede entender con relativa facilidad las explicaciones científicas que se dan sobre la detección de arsénico en las víctimas y las distintas descripciones o sintomatologias de las intoxicaciones por arsénico (los aprensivos igual lo van a pasar mal con su lectura). Hace especial hincapié en una nueva carrera criminal de envenenadores por arsénico y como estos lo usaban con instrumento de muerte y agonía, y por ende, la aparición paralela de una nueva raza de detectives: los médicos toxicólogos. Dedica un capítulo a contar los envenenamientos casuales por exposición a multitud de elementos cotidianos que lo contenían y los inevitables envenenamientos industriales. Y expone multitud de datos y curiosidades sobre el arsénico. En definitiva, el libro perfecto para documentar algún caso para «El Club de los Martes».