La Historia es la mejor comedia, el mejor drama y la mejor tragedia que uno puede leer. Cuando uno se aventura a aprender de ella encuentra discursos grandilocuentes, hazañas impensables, peces pequeños que vencen a los grandes y peces enormes que lo devoran todo, situaciones con moraleja no pretendida, personajes con un ingenio desmedido, personas con valores inamovibles como montañas que soportan los mayores tormentos en nombre de lo que creen ético y justo, e incluso momentos de gran hilaridad.
¿Podemos recopilar anécdotas curiosas de la Historia? Echadme un cable, por favor, me encanta conocer todo este tipo de cosas. Empiezo yo, claro está:
Vae Victis!Cuenta la tradición que, cuando en el 390 a. C., el líder galo Breno asedió Roma, no pudiendo aguantar los habitantes mucho más, accedieron a pagar un rescate a cambio de su retirada.
El rescate se fijó en unos 327 kg de oro y se usó una balanza para medir la cantidad. Los romanos se percataron de que la balanza había sido manipulada para favorecer a los galos, por lo que protestaron a su líder, quien arrojando su espada a uno de los lados de la balanza, habría concluido la discusión diciendo:
"Vae Victis!" (
"¡Ay de los vencidos!"). Esta expresión sigue siendo de uso común en nuestros días.
Las horcas caudinasProbablemente se trate del episodio de mayor humillación de la todopoderosa Roma antigua. Más humillante que asistir con impotencia al engaño de Breno, más humillante que la sangrienta derrota inflingida por Aníbal en Cannas que borró del mapa a 6 legiones con sus tropas auxiliares cuando el cartaginés estaba en evidente inferioridad numérica. Se trata del episodio de las horcas caudinas.
En plena campaña militar romana en el Samnio dirigida por ambos cónsules, los quirites reciben el falso aviso de que los samnitas están asediando Lucera, una colonia romana en la frontera entre el Samnio y Apulia. Los romanos caen en la trampa y deciden marchar hacia Lucera a través de las montañas que median entre ellos.
Desconociendo el terreno, los ejércitos consulares marchan a través de un estrecho desfiladero cerca de la ciudad samnita de Caudio y encuentran una barrera de piedras y troncos al final de su camino. Cuando intentan volver se topan con las tropas enemigas de Cayo Poncio, comandante samnita. Los romanos se ven atrapados entre la montaña, el precipicio, la barrera construida por sus enemigos y sus propios enemigos armados.
Cayo Poncio recibe consejo de su padre, Herenio, que le da 2 alternativas para aprovechar su victoria: ejecutar a los romanos uno por uno para acabar con su amenaza durante años o liberarlos en condiciones honrosas para ganar la amistad de Roma. Por desgracia para los samnitas, Herenio opta por una solución intermedia: liberarlos después de su rendición en unas condiciones leoninas, pero no sin que antes pasaran agachados entre una lanza sostenida por otras dos.
Así fue como, habiendo sido derrotados en el desfiladero llamado de las
"Horcas Caudinas", los romanos fueron obligados a pasar a través de unas más que literales
"horcas caudinas". Un episodio de oprobio y humillación que llevaría a los romanos a vengarse en cuanto les surgió su oportunidad, con las condiciones de la rendición ya expiradas, sometiendo completamente a sus enemigos con el paso de los años.
A día de hoy la expresión
"pasar por las horcas caudinas" hace referencia al hecho de tener que acatar por obligación o casi por obligación algo con lo que una persona no estaba de acuerdo o dispuesta, incluso de manera humillante.
Juramento de regreso o
Caraduras los hay en todas las épocas y nacionesDespués de vencer Aníbal a los romanos en el desastre de Cannas, hizo prisioneros y mandó una delegación de 10 de ellos al Senado para negociar su rescate, haciéndoles jurar que regresarían al campamento cartaginés.
Poco después de salir, uno de ellos volvió con la excusa de haberse dejado algo en el campamento, tras lo cual se reintegró con sus compañeros.
Cuando el Senado dijo a los delegados que Roma se negaba a pagar el rescate de unos cobardes -
"No tenéis valor bastante para salvaros a vosotros mismos, ¿qué haríais si tuvieseis que morir por vuestro país." Así se expresó Tito Manlio Torcuato-, el soldado referido anteriormente volvió a su hogar aduciendo que ya había cumplido el juramento de volver al campamento de Aníbal.
El soldado fue arrestado y se le obligó a volver con Aníbal acompañado de una escolta de hombres armados.
Nota: Tito Livio nos cuenta esta historia junto a una versión alternativa igualmente humillante para los romanos, pero que difiere completamente. El autor se escandaliza de la disparidad de los hechos, por lo que no puede dar veracidad ni a unos ni a otros.
Bonus track:
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