Sólo soy un parásito, lo sé. Toda mi raza lo es. Pero quiero controlar la galaxia, como las demás razas alienígenas. Tengo derecho.
La lucha por dominar la galaxia dejó a 5 razas enfrentadas en la guerra final.
La raza de los Oráculos tenía un poder terrible, poder ver tus movimientos ANTES de que se llevasen a cabo, lo que le daba una ventaja terrible en los encuentros, no podías ocultarle nada, pero eso no le proporcionaba buenas armas, por lo que si te enfrentabas a ellos con superioridad numérica sólo podía obtener la certeza de que iba a perder. Un Oráculo fatalista, vaya. “veo…veo… veo que voy a perder todas mis naves. Adelante valientes!” Mas cegato que Mr. Magoo Hahaha!
El Sanador tuvo siempre aliados, ya que podía recuperar las naves de un aliado en su totalidad, peeeerooo NO LAS SUYAS propias, hehehe. Era más sano que los pensamientos de Heidi, pero eso dejó a sus sistemas en mala posición, el altruismo no sirve de mucho en los duros enfrentamientos interestelares.
El Ilusionista, maestro del engaño, obligaba a jugar dos opciones de batalla, y te escamoteaba una dejando como jugada la más beneficiosa para él. Muy astuto. Eso le dio cierta ventaja, aunque las alianzas (volátiles como el oxígeno en la galaxia) no le favorecieron demasiado y aunque tenía más trucos que el cinturón de Batman, al final le vimos el cartón…
El Hechicero podía convertir tu jugada en la suya. Levanta las manos a la profundidad del cosmos, invoca a las fuerzas de la oscuridad, sondea la mente del oponente y luego con tal poder en sus manos movía las cartas diciendo: “donde está la bolita?”. Un peligro este trilero, digo hechicero.
Y yo? Pues como Parásito, podía infiltrarme en los ataques de mis compañeros sin ser invitado (quien va a invitar a un parásito?), así que poco a poco con mis habilidades infecciosas, me acoplaba a las tropas atacantes a mi conveniencia, para conseguir colonias gracias al esfuerzo de mi huésped, lo que me llevo a conseguir el dominio de la galaxia.
Una cosa voy a decir: Digan lo que digan, nunca infecté los genitales ni apéndices sexuales de ninguna raza.
Soy un parásito, pero con principios, oigan.
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