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kaikus

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Sesión al BANG!
« en: 11 de Febrero de 2010, 17:29:04 »
Seguramente casi todos conozcais el juego. Resulta divertido como pocos si el ambiente es propicio, y los colegas reolean sus personajes y acciones. Jugamos en la Forja Rúnica, una tienda - Club de Las Palmas de Gran Canaria. Allí estábamos Hueste, Kharn, San, manolovila, dos chavales que se nos unieron, y yo. Una completa partida a siete jugadores: el sheriff, dos ayudantes, los tres forajidos... y el renegado.

Como ya hice en la sesión al Arkham y la sesión al Last Night on Earth, aqui teneis el relato de la sesión, de su grandioso final

No es como lo jugamos. es como lo vivimos.




Una calle polvorienta. Una zarza rueda de un lado a otro….Suena el acorde simple de una guitarra, seguido del sonido de la cola de una serpiente de cascabel. No cabe duda. Estamos en el Salvaje Oeste.

En una de sus muchas ciudades sin nombre, entre las largas sombras del atardecer, algo se mueve tras un abrevadero. Hay alguien sentado en el suelo, arropado por el angosto espacio entre el bebedero para los caballos y el entarimado del Saloon. Es un lugar sucio y maloliente. Pero ofrece cobertura… y descanso.

Si no fuera por ese leve movimiento, parecería que estuviera muerto. O tan solo dormido. Sus brazos cuelgan prácticamente exangües a sus costados. La cabeza gacha, cubierta por un gastado sombrero vaquero que le oculta la cara. Ha sido un día MUY duro.

Del bolsillo superior de la camisa, cerca de su duro corazón, donde guarda las cosas importantes, saca un puro a medio fumar y se lo lleva a boca. Lo estaba guardando para una ocasión especial. Quizá no sea ésta la mejor. Pero, por otra parte, quizá sea su ÚLTIMA ocasión. Y, a su juicio, la convierte en suficientemente especial. ¡Que diablos! Lenta y fatigosamente deja su arma en su regazo, se asegura de estar bien protegido por la madera maciza y acribillada de agujeros, y rebusca en los bolsillos de su pantalón hasta encontrar un fósforo. Lo enciende en la suela de sus botas, y lo acerca al tabaco. Aspira fuertemente hasta avivar unas rojas cenizas que iluminan un rostro conocido en todos los estados desde el Mississippi al Rio Bravo. El forajido más buscado de todo el Oeste. Le llaman, simplemente,… Hueste.

-¡Hueste! - resuena una voz atronadora al otro lado de su improvisada protección.

Al otro lado. En la calle desde donde llueve la muerte. Una calle como otra cualquiera de los pueblos menos civilizados del Lejano Oeste. Si estuviera allá afuera, ¿que vería? Mirando desde ras de suelo, siguiendo el curso de la misma, parecería seguir hasta el horizonte, flanqueada por hileras de edificios fabricados en madera cubierta por el perenne polvo de la pradera convertida en un erial. A la derecha, está el saloon, con el abrevadero y Hueste emboscado, a sus puertas. Por la izquierda van apareciendo un par de jóvenes que se acercan reticentes y cautelosos a una víctima que ya consideran vencida, gravemente herida. Es la viva estampa de la tensión. Una imagen que presagia sangre... Una imagen… que es súbitamente tapada, cegada, por una bota en primer plano que pisa fuerte, firme, levantando una pequeña nube de polvo. Son unas botas limpias y cuidadas, con unas espuelas bruñidas y brillantes que tintinean a cada paso, retando a la suciedad a imponerse sobre ellas. Unas botas que desafían al caos. Unas botas que rezuman Ley y Orden. Son las botas del sheriff.

–   ¡Hueste! – grita nuevamente la Voz de la Ley.
–   ¡Sheriff Kharn! – responde – ¡Me alegra poder intercambiar algo diferente al plomo en esta agradable conversación que llevamos manteniendo desde hace un rato!
–   ¡Ríndete, Hueste! Ríndete y saldrás vivo de ésta. Luego,… no puedo prometerte más.
–   ¡Si, claro! ¡Como le ocurrió a mis amigos! – recuerda –  ¡No hay perdón, amigo mio! No hay cárcel. Ni siquiera hay soga. Solo plomo y muerte. Solo duelo al sol. Tus jóvenes perros son muy eficientes. Y no espero que tengan conmigo mejores atenciones que las que dispensaron a mis compañeros.

Los jóvenes alguaciles –  rememora Hueste –. No recuerda sus nombres. NO son nadie importante. O no lo eran… hasta hoy.

Han sido capaces de cargarse a San ‘El Niño’, el pistolero más rápido del oeste. De nada le sirvió al pobre diablo su velocidad, pues lo sorprendieron vilmente con una tormenta de plomo salida a bocajarro de esa maldita Volcanic. Tampoco es que le importe mucho a Hueste. San era un pobre renegado que iba a lo suyo. Si no se lo hubieran cargado los cachorros posiblemente, al final, habría tenido que verse las caras con él.

Pero mataron a MacNohlo, el buen MacNholo ‘Vil’ A. . Nadie sabe de donde sale esa ‘A.’ MacNholo nunca ha sido muy hablador. Siempre resultó demasiado nervioso. Exceso de arrojo y gatillo fácil. Dispara primero, y habla después… si el interlocutor aún sigue vivo. Esta vez su precipitación le ha costado muy cara. Descubrió su escondrijo desde el principio y se granjeó el odio (y las balas), del sheriff y sus ayudantes. Era un cabrón. Pero un cabrón en el que se podía confiar. Un buen cabrón. Descanse en paz.

Y después acabaron con Kaikus. Él fue más cuidadoso. Aunque el muy hijo de puta se liara desde el principio a tiros conmigo. Se lo perdono (¡que menos que dispensar un pobre muerto de sus errores!), pues estoy seguro que no sabía que era yo el que estaba allá agazapado. Primero fueron los índios, y luego uno de los jovenzuelos lo remató de un disparo certero.

–   ¡HUESTE!

Un nuevo grito de Kharn le saca de su ensimismamiento. Oye como los pasos de sus verdugos se acercan desde tres direcciones distintas. No tendrá tiempo de asomarse ni para hacer un simple disparo. Todo parece perdido. Deja caer los hombros. Agacha un poco más la cabeza…

De pronto, algo cambia en su postura. Se incorpora un ligeramente. Se yergue un poco. Levanta lentamente la cabeza. Esta mordiendo el puro, la boca abierta en una extraña mueca. ¿Sonríe? Cualquiera que no lo conociera diría que está loco. Cualquiera que sí lo conociera podría confirmarle que lo está. Pero no ahora.

–   ¡Maldito bastardo! – le espeta el Sheriff. Kharn está también malherido, pero camina renqueante sintiéndose seguro con sus sabuesos apoyándole. Ve como las volutas de humo salen de detrás del abrevadero –¿Vas a seguir fumandote tranquilamente uno de esos asquerosos cigarros mientras nos cocemos al sol? ¡Sal de ahí inmediatamente, o iremos a por ti!

Como respuesta, Kharn ve como de detrás de bebedero sale volando hacia él un objeto alargado.

– ¡Cínico cabrón! – espeta en dirección al abrevadero – ¡¿No creerás que me voy a quedar aquí fumando contigo hasta que acabes tu maloliente puro?!

Comienza dar un paso, hasta que el cigarro aterriza junto a sus pies y rueda lentamente para tocar sus espuelas. Hay algo que no va bien... Un cigarro no hace tanto humo. Ni sisea. Ni huele a pólvora…

–   ¡OH, MIER…!

………….............


Al final los alguaciles eran uno simples gallitos. En cuanto vieron volar en pedazos al sheriff decidieron que era el momento de poner pies en polvorosa. Despues de todo, sus nombres quizá no perduren...

Hueste cabalga satisfecho en su Mustang hacia la puesta de sol. Es un duro hijo de puta con suerte. Otra vez salvó el pellejo.

"Vive para matar otro día, como decía mi abuelo…"

Suena el acorde simple de una guitarra, seguido del sonido de la cola de una serpiente de cascabel. No cabe duda.



Estamos en el Salvaje Oeste






¡Un saludo!  8)

manolovila

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Re: Sesión al BANG!
« Respuesta #1 en: 12 de Febrero de 2010, 19:23:11 »
Como siempre muy bueno!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Salud :) s
MacNholo ‘Vil’ A.
Aunque parezca imposible, intenta llegar antes que la flecha. Mis Juegos