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Besequero de la Semana / Baronet 2.0 #60 - 28/12/2018- ewok
« en: 28 de Diciembre de 2018, 10:05:13 »
Bueno, pues terminó mi semana... Ha sido un placer, y cedo el testigo al siguiente.. Os presento a ewok.. Último baronet del 2018
"Besequeras y Besequeros.
Os saludo a la vez sorprendido y sonrojado por tamaño honor como es el que me ocupa al ejercer de baronet durante la última semana de este 2018 que pronto se nos acab..
Ejjjj…Ejjjjjjjjjemmm… Perdonad la flema…
Como os decía, un honor tomar el testigo de amatde.
¡Pero qué necesitado de savia nueva debe andar el cetro de baronet para que me hayáis propuesto a mí!
Sí, ya he visto que ha sido Skywalker, una vez más dando muestras de su poco sentido común
Os escribo desde Bilbao, el Botxo, Capital del Mundo, ciudad que me vio nacer el mismo día en que, a 8940km de distancia, el congreso comunista chino acordaba abandonar el Maoísmo (no he encontrado otra efeméride, ¿vale? Eso me coloca directamente en el Top2 de eventos de aquél sábado).
Mi trayectoria jueguil comienza a la tierna edad de 7 u 8 años, época de la que guardo mis primeros recuerdos de abrir cajas de cartón rebosantes de entretenimiento a raudales… eran puzles.
Afortunadamente, entré pronto de lleno en el catálogo de MB del que no había caja que no me pidiera, aunque luego cayera un juego al año y con suerte. Aquellos Hundir la Flota, Hotel, Ahorcado, Operación, etc. cubrieron unos cuantos años que hoy, no sin cierta envidia, doy por malgastados (jueguilmente hablando) mientras os leo a muchos hablar de Avalon Hills, NaCs y demás flora de la época que para mí ni existía.
El final del camino en MB (salpicado por algún cefa como La Ruta del Tesoro, el Petrópolis de Borrás, el Stratego de Jumbo o el Risk) fue el hoy tan añorado Heroquest, del que nunca tuve las expansiones ni falta que nos hicieron. De largo el juego más zurrado de mi colección, porque aún lo tengo y diría que en bastantes buenas condiciones para el tute que le dimos.
Con la adolescencia se perdió el tablero y se descubrió el papel, el lápiz, los dados de formas insospechadas y las hojas de personaje: fueron años los que pasamos en la cuadrilla jugando a rol, en concreto al Stormbringer de Elric de Melniboné y sus aventuras y desventuras por los Reinos Jóvenes.
Al llegar la época universitaria cometí el error de abandonar el hobby, durante prácticamente una década, en pos de la modernidad: fueron años dominados por los ordenadores y las LAN-partys al Age of Empires, Quake y derivados, liguillas de FIFA y mucho videojuego online.
De aquella época, sin embargo, son las primeras partidas esporádicas a juegos modernos y por entonces desconocidos para mí: Ciudadelas, Catán… nada que me enamorase, pero sí que me hiciera preguntarme de dónde salían aquellos juegos y cómo podía ser que hubiera otras editoriales que no fueran las de siempre. ¿Qué más tendrían en sus catálogos?
Y así un invierno de 2011, me crucé con el Sombras sobre Londres de Devir en su primera edición. Me enamoró la portada, me requeteenamoraron el tablero y los peones… y hasta hoy, que no me he vuelto a soltar ni un minuto de este hobby.
Juego todo lo que puedo, aunque siempre es menos de lo que a uno le gustaría, y me encanta leer sobre juegos, aunque muchas veces sea sobre títulos que bien por número, bien por temática, sé que no voy a poder catar, o no al menos como a mí me gustaría. Lo bueno es que la esperanza nunca se pierde y alimenta al coleccionista que muchos llevamos dentro.
Y como creo que ya me he extendido lo suficiente, paso a enumerar las tradicionales tres afirmaciones. Recordad que las tres son certezas tan grandes como la catedral de Burgos mientras no se demuestre lo contrario:
1. Pasé una nochevieja en el desierto con Teo Cardalda y María Monsonis (del mítico grupo Cómplices) y cenamos un cordero asado por bereberes en un horno excavado bajo tierra.
2. Quedé con una amiga una tarde en Madrid para tomar unas cañas y me presentó a su novio, que resultó ser Pedro Reyes y me confesó que su mayor deseo en ese momento era rodar una nueva peli de Makinavaja.
3. Hice el trayecto Bilbao – Murcia – Bilbao en 17 horas con una furgo para traerme una máquina recreativa a casa y, al llegar, caí en la cuenta de que no cabía por la puerta del ascensor. Ella pesaba 100kg. Yo vivo en un tercero.
"Besequeras y Besequeros.
Os saludo a la vez sorprendido y sonrojado por tamaño honor como es el que me ocupa al ejercer de baronet durante la última semana de este 2018 que pronto se nos acab..
Ejjjj…Ejjjjjjjjjemmm… Perdonad la flema…
Como os decía, un honor tomar el testigo de amatde.
¡Pero qué necesitado de savia nueva debe andar el cetro de baronet para que me hayáis propuesto a mí!
Sí, ya he visto que ha sido Skywalker, una vez más dando muestras de su poco sentido común
Os escribo desde Bilbao, el Botxo, Capital del Mundo, ciudad que me vio nacer el mismo día en que, a 8940km de distancia, el congreso comunista chino acordaba abandonar el Maoísmo (no he encontrado otra efeméride, ¿vale? Eso me coloca directamente en el Top2 de eventos de aquél sábado).
Mi trayectoria jueguil comienza a la tierna edad de 7 u 8 años, época de la que guardo mis primeros recuerdos de abrir cajas de cartón rebosantes de entretenimiento a raudales… eran puzles.
Afortunadamente, entré pronto de lleno en el catálogo de MB del que no había caja que no me pidiera, aunque luego cayera un juego al año y con suerte. Aquellos Hundir la Flota, Hotel, Ahorcado, Operación, etc. cubrieron unos cuantos años que hoy, no sin cierta envidia, doy por malgastados (jueguilmente hablando) mientras os leo a muchos hablar de Avalon Hills, NaCs y demás flora de la época que para mí ni existía.
El final del camino en MB (salpicado por algún cefa como La Ruta del Tesoro, el Petrópolis de Borrás, el Stratego de Jumbo o el Risk) fue el hoy tan añorado Heroquest, del que nunca tuve las expansiones ni falta que nos hicieron. De largo el juego más zurrado de mi colección, porque aún lo tengo y diría que en bastantes buenas condiciones para el tute que le dimos.
Con la adolescencia se perdió el tablero y se descubrió el papel, el lápiz, los dados de formas insospechadas y las hojas de personaje: fueron años los que pasamos en la cuadrilla jugando a rol, en concreto al Stormbringer de Elric de Melniboné y sus aventuras y desventuras por los Reinos Jóvenes.
Al llegar la época universitaria cometí el error de abandonar el hobby, durante prácticamente una década, en pos de la modernidad: fueron años dominados por los ordenadores y las LAN-partys al Age of Empires, Quake y derivados, liguillas de FIFA y mucho videojuego online.
De aquella época, sin embargo, son las primeras partidas esporádicas a juegos modernos y por entonces desconocidos para mí: Ciudadelas, Catán… nada que me enamorase, pero sí que me hiciera preguntarme de dónde salían aquellos juegos y cómo podía ser que hubiera otras editoriales que no fueran las de siempre. ¿Qué más tendrían en sus catálogos?
Y así un invierno de 2011, me crucé con el Sombras sobre Londres de Devir en su primera edición. Me enamoró la portada, me requeteenamoraron el tablero y los peones… y hasta hoy, que no me he vuelto a soltar ni un minuto de este hobby.
Juego todo lo que puedo, aunque siempre es menos de lo que a uno le gustaría, y me encanta leer sobre juegos, aunque muchas veces sea sobre títulos que bien por número, bien por temática, sé que no voy a poder catar, o no al menos como a mí me gustaría. Lo bueno es que la esperanza nunca se pierde y alimenta al coleccionista que muchos llevamos dentro.
Y como creo que ya me he extendido lo suficiente, paso a enumerar las tradicionales tres afirmaciones. Recordad que las tres son certezas tan grandes como la catedral de Burgos mientras no se demuestre lo contrario:
1. Pasé una nochevieja en el desierto con Teo Cardalda y María Monsonis (del mítico grupo Cómplices) y cenamos un cordero asado por bereberes en un horno excavado bajo tierra.
2. Quedé con una amiga una tarde en Madrid para tomar unas cañas y me presentó a su novio, que resultó ser Pedro Reyes y me confesó que su mayor deseo en ese momento era rodar una nueva peli de Makinavaja.
3. Hice el trayecto Bilbao – Murcia – Bilbao en 17 horas con una furgo para traerme una máquina recreativa a casa y, al llegar, caí en la cuenta de que no cabía por la puerta del ascensor. Ella pesaba 100kg. Yo vivo en un tercero.