Saludos:
Hace unos días pude por fin estrenar con un amigo este juego. Escogimos el escenario de Waterloo, ya que él es un empedernido admirador de Napoleón -¡puaj!- y yo quería darle una lección al Ogro corso. Conseguí mi objetivo, porque los franceses no llegaron a ver Waterloo ni de lejos, fracasando en los alrededores de Ligny y Quatre Brass.
Lo cierto es que el juego nos dejó un poco fríos tanto a mi colega como a mi. Que conste que soy muy partidario de los wargames sencillos, y en ese sentido la serie Napoleonic 20 no trata de engañar a nadie: ofrece la posibilidad de jugar batallas rápidas con un reglamento muy asequible.
Sin embargo, no acaba de convencerme, sobre todo si lo comparo con otros wargames igual de simples. Creo que el aspecto que menos me convenció fue el excesivo protagonismo del azar. Me explico: habitualmente en un wargame sencillo el azar está inevitablemente presente; sin embargo, el problema que veo aquí es que, al haber tan poca densidad de fichas, la suerte se hace aún más decisiva. Realizamos menos tiradas que en otros juegos, y con que unas pocas -muy pocas- hubieran sido diferentes la batalla también lo habría sido por completo.
Ejemplos: la tabla de combate ofrece resultados extremos en muchas columnas (tanto el atacante como el defensor pueden ser derrotados); que una unidad sufra o no un resultado de "rout" es importantísimo (porque afecta a la moral)... Las cartas de eventos dan saborcillo a la partida, pero también añaden azar (no salió ni un solo evento positivo para el francés).
Si comparo este juego con otros de batallas igualmente sencillos, me doy cuenta de que el azar también está presente, pero al haber más unidaes (varias decenas por bando en lugar del puñado que hay en Fading Glory), se incrementa el número de tiradas y por tanto queda algo más difuminado. Nuestra sensación jugando Waterloo era que la mitad de las veces que tirabas el dado te estabas jugando gran parte de tus opciones.
No reniego -aún- de este wargame y quiero volver a probarlo, pero dejo constancia de mi decepción.
David