"The epic strategy game". Nunca la firma de un juego ilustró con tanta plenitud lo que ofrece. Épica es la palabra que resume la experiencia de juego de The Colonists, no os dejéis ahuyentar por las cifras de duración que agitan los que ya lo han disfrutado. La diversión que se han llevado con él es igualmente colosal, desborda cualquier marco lúdico razonable de salud.
Con The Colonists uno no se queda con hambre, sí con ganas de volver a jugarlo, pero no con hambre. Tras la partida sólo hay sonrisas llenas, redondas, mejillas sonrojadas por la pesadez del cuerpo, adormilado de estar tanto tiempo sentado, y al caminar no se ve lo que se tiene enfrente, ante los ojos sólo desfila todo lo vivido en la partida, en una plácida digestión, como en una nube ¡Y se han vivido tantas cosas! ¡Qué carrera económica, señoras y señores! ¡Levantando casa por casa, planeando los pasos a largo plazo a través de la matriz de acciones que se extiende por el tapete y adaptándose a los movimientos de tus rivales, a lo que llega cada año de juego! ¡Y cuántos años transcurren hasta que el juego llega a su verdadero fin! Cada partida esa una ración extra que invita a saltarse cualquier dieta lúdica. Que el tiempo no te impida disfrutar de él en toda su dimensión. Nada de ponerse límites de tiempo, hay que saltárselos, jugar a The Colonists es un plato especial y bien merece la dedicación que pide.
¿Con cuántos juegos te has sentido crecer, inmerso en el navegar de un inmeso árbol tecnológico, haciendo brotar recursos de la nada, cada vez en más número, devorándolos cada vez con más ansia, sacando lo mejor de ellos, yendo directo hacia una meta imprecisa pero sin duda elevada, mítica que no alcanzas a ver pero que sientes ahí, cerca? No tienes tiempo para calcular los turnos que quedan para realizar La Jugada. Si pudiera hacerse sería digno de recordar, y lo intentas, lo trabajas. Hay que llegar allí como sea, te dices, llegando al punto de desarrollar tu economía hasta esa cima que representa esa jugada maestra que has estado cocinando, piedra por piedra, y al sentirte a un paso de provocarla, de dar sentido a todo y que se culmine tu papel en el juego, que desate un Apocalipsis de jugadas enloquecidas, imposibles de parar, que estallen en una bacanal de recursos y disparen tus puntos de victoria hasta el infinito. Te descubrirías de pie y no sentado cuando eso ocurriese y exclamarías en un resoplido de completa satisfacción: ¡Esto es por lo que juego a juegos de mesa, por Dios!
Pero no, en muchos juegos, grandes juegos también, el sueño termina un turno antes, hay que contar lo puntos de victoria y a ti te ha faltado ese tiempo, ese turno maldito que nunca llegó que te iba a permitir alcanzar ese exceso, ese punto glotón del que ya está satisfecho pero que quiere un poco más porque está taannnn bueno. Ese turno de más que te sacie, te satisfaga, no llega, te quedas ahí, a un paso tonto.
Tras tan prematuro final tan sólo puedo pensar en el diseñador del juego y preguntarme en silencio porqué, porqué no un turno más, qué había de malo en tener un puñado de turnos más. Tan sólo puedes intentar mantener la exigua llama de ese placer absoluto e inalcanzable que creíste acariciar advirtiéndoles a tus compañeros tras la partida que, un turno más, señores, sólo uno más, y los habrías deslumbrado con una jugada colosal.
En The Colonists tienes ese turno.