Mmmm no me ha acabado de convencer a mi tampoco.
¿No tenéis la impresión de que mucha gente intenta "colárnosla" (entiendo que la mayor parte de la gente que andamos por aquí rondaremos los 40/crecimos en los 80) tirando de licencias "clásicas" (el que mencionáis de Rambo, otro ejemplo), apelando a nuestra vena nostálgica, sin que realmente haya un gran trabajo detrás?
Bueno, es que yo creo que muchos de los diseñadores actuales son de nuestra quinta y tienen los mismos referentes que nosotros sobre los cuales se inspiran para sus juegos. Y como ya han dicho (me han ninjeado), hay ahora más que nunca una tendencia a recuperar los 80 (cine, ropa, pero sobretodo en series de TV).
A mi, los referentes y las inspiraciones me tocan ya un poco... la moral. Como excusa, empieza a ser bastante pobre. Creo que todos distinguimos el homenaje de la simple copia, y es que al parecer, la copia se está convirtiendo en una fórmula en sí misma.
Uno puede ver los Inmortales, sufrir un ataque de inspiración para crear un juego en el que dicho universo
y sus personajes aportan alguna cualidad destacable a las mecánicas, y tratar de sacar adelante dicho producto de forma digna, en el que el Sr. McLeod, el Sr. Ramirez o el Sr. Kurgan formarán parte integrante y necesaria de la trama lúdica, o bien puede pensar en ese juego cutre y poco innovador que no tiene futuro, que no aporta nada nuevo, que no se diferencia en nada de otro millón de prototipos iguales, y tratar de llamar la atención a base de ponerle encima el pegote de esta o cualquier otra película, y sobre todo, aprovecharse de ese cierto prestigio que dan las "marcas" reconocidas como reclamo a la hora de llegar a todo el público.
Este tipo de conducta cuyos cimientos se apoyan en los principios del "Instituto cocacola de la felicidad y el mindfulness", según el cuál cualquier hijo de vecino tiene derecho a ser todo aquello que se proponga (músico, cineasta, diseñador de juegos, etc.) justificando cualquier tipo de medio utlizado para ello a lo Maquiavelo, por muy mediocre que uno sea en el desempeño de tales funciones, ha dado lugar a una epidemia de mediocridad creativa que asola prácticamente todos los niveles de la intelectualidad humana desde que nos adentramos en este oscuro siglo.
Hollywood es el más claro ejemplo, con su bombardeo constante de remakes, reboots, refritos, secuelas, reimaginaciones, reinterpretraciones, reescrituras, revisiones, rediseños, reformulaciones o incluso la nueva variedad de remake/reboot/secuela todo en uno a lo Star Wars episodio VII "the LOST Jedi", por no hablar del mundo de la música y su degeneración más absoluta y despreciable en el formato "banda tributo".
De lo que se trata hoy en día es de transformar cualquier actividad creativa en una industria tan productiva como las fábricas de ladrillos, donde la cantidad prima sobre la calidad, una calidad cada vez menos apreciable al tener que sustituir al personal creativo y exigente por personal dócil y mercenario capaz de mantener el ritmo aunque el resultado sea basura, y el mundo de los juegos de mesa o wargames, especialmente los contagiados por el virus de la miniatura de plasticote, parece que sigue el mismo camino, donde todos más o menos podemos ser conscientes que de un tiempo a esta parte existe una exagerada oferta cierta proliferación de productos mediocres disfrazados con la franquicia de turno, la fórmula exitosa repetida hasta la saciedad de turno, la revisión de turno, el rediseño de turno, etc., cuyo objetivo no es la gente que juega a juegos de mesa, sino la gente que compra juegos de mesa. Dos conceptos que, tristemente, en muchas ocasiones, no van de la mano, y que por desgracia, últimamente solo favorecen a los fabricantes suecos de estanterías.
Y tratar de justificar lo de la nostalgia porque nuestra generación de casi cuarentañeros tiene dinero fresquito, cuando muchos no se pueden ni ir de casa de sus padres, me parece cuando menos un argumento peregrino.
Mi padre nació en los 50 y en los 80 tenía un poder adquisitivo muy superior al que yo tengo con su edad. Él tenía un piso pagado, una mujer que no trabajaba, un hijo, una casa en el campo con piscina, un trabajo fijo que pagaba todo eso y sobre todo, vivía en un país con precios acoplados al nivel de vida... y yo soy un mileurista de alquiler miserable con un coche de tercera mano que no uso para que no se rompa y que compra el jamón de marca blanca más barato, pero cortado eso sí, en lonchas muy finas, para que parezca que da más de sí.
Pero mi padre no se dedicaba a comprar juegos de mierda con temáticas impostadas basadas en historietas de su infancia, como el Capitán Trueno, ni a ir al cine a ver remakes de mierda de los grandes éxitos cinematográficos de los años 60, políticamente correctos, y fabricados para toda la familia donde las guerras galácticas no se ganan luchando, sino a base de amor.
Él disfrutaba de los 80, viviendo en los 80, de la realidad de los 80, y me hacía partícipe de ello, llevándome con 6 años a ver los Gremlins o con 7 años a ver Robocop y dejándome traumatizado para toda la vida. Cosa que le agradezco mucho más que si me hubiera llevado a ver un reboot de Marcelino pan y vino.
La "nostalgia" no la crea el público, la crea una industria, que como todas las industrias, se lowcostiza cada día más, recortando de todos aquellos aspectos que puede recortar, excepto de los beneficios siempre crecientes, y es la estupidez de un público cada vez menos exigente la que la alimenta.
A mí, de pequeño, como a todo el mundo, me flipaba Star Wars, Indiana Jones, Regreso al futuro, los Goonies, Terminator, los inmortales, el equipo A, el coche fantástico y todos aquellos clásicos que, de mejor o peor factura, si por algo destacaban era por el riesgo a la hora de proponer nuevas ideas que poco o nada tenían que ver con los universos de ficción de las décadas previas.
Pero yo quiero disfrutar con mi hijo de propuestas nuevas, no pasarme los próximos 30 años viendo las mismas películas, leyendo los mismos tebeos, escuchando los mismos discos y jugando a los mismos juegos que yo disfrutaba 30 años atrás.
Y doy gracias por haber llevado a mi hijo al cine a ver el nuevo esperpento ese de la saga galáctica y que por suerte, todavía estuviera dentro de la barriga de su madre para no presenciar semejante muestra de vacío de ideas innovadoras más allá de la provocación constante para generar ruido mediático, y que nadie se fije en que, cinematográficamente, el producto no posee ningún valor más allá del apartado estético.
Como muchos de estos juegos de mierda donde el diseño de la caja es lo más interesante.
Y es que la nostalgiaexplotation a lo único que nos va a llevar es a la muerte neuronal y el encefalograma plano, porque si esta nuestra generación cuya imaginación se ha alimentado de todos esos universos no es capaz de producir más que refritos, en la mayoría de los casos, mucho más pobres que los originales, no quiero ni pensar lo que va a ser capaz de producir esta nueva generación de niños que está viviendo en las ruinas de toda aquella fantasía y libertad con la que nosotros crecimos.
Y si esta saga de los Highlanders no había recibido suficiente castigo con aquel despropósito noventero que fueron los Inmortales II, aquí va una nueva losa más sobre la tumba de un concepto memorable que podría dar mucho de si en las manos adecuadas.