Bueno, pues intentaré comentar rápidamente lo acontecido ayer en nuestra segunda partida (primera completa) al Revolution. En total algo menos de seis horas de partida, más media hora larga de análisis y comentarios estratégicos varios al terminar.
De arranque cada bando empezó asegurando sus zonas de influencia naturales: los Reformistas de jcastano los territorios más al Norte, los Católicos de makross Colonia, Lieja y Utrecht, los Habsburgo Luxemburgo y Traer, mis Burgueses Holanda, Zeeland y Gelderland, mientras que la Nobleza de Zaratustro cogía algunos territorios no demasiados importantes de la zona central del tablero y comenzaba su sigilosa y artera expansión.
En seguida empezaron a volar como panes las hostias sin consagrar entre Reformistas y Habsburgos por el control de Flandes, batalla sumamente cruenta que duraría toda la partida y de la cual acabaríamos aprovechándonos el resto de jugadores (en especial la pérfida Nobleza).
Reformistas y Burgueses firmaron rápidamente la única alianza estable de la partida con el objetivo de intercambiar algunas towns que daban VPs a uno y al otro no, además de conchabarse a la hora de sobornar ciudadanos en contra del Católico con el claro objetivo de arrebatarle Utrecht y también de hacerle la puñeta esporádicamente al Habsburgo para birlarle alguna ciudad en Flandes.
Católicos y Burgueses se limitaron durante la mayor parte de la partida a mantener sus buenas posiciones de partida y esperar a sacar el hacha en los turnos finales. Reformistas y Habsburgo siguieron peleando como jabatos en Flandes sin concederse el más mínimo respiro, mientras poco a poco conseguían una mínima expansión en provincias bastante jugosas como Brabante, Hainault y Artois. Y la Nobleza continuó con su labor de hormiguita colocando influencia tras influencia en un buen montón de provincias sin aparentemente molestar a nadie.
Hasta que llegó el último turno y todos comenzamos a ponernos nerviositos. El maledicente Católico comenzó a meter cizaña entre Reformistas y Burgueses para que se dieran de leches, y acabó consiguiendo que en el último momento jcastano perpetrara una sucia traición en mi contra que me birló un VP y se lo dio a él. Algo que, para que nos vamos a engañar, yo también hubiera hecho de estar en su lugar y que además fue fruto de un fallo mío por no traicionarle con anterioridad y haberle birlado una provincia entera.
Aún así, y a pesar de haber sido traicionado, utilicé mis últimos recursos financieros para ayudar a que el Reformista arrebatase la ciudad de Utrecht (que no la provincia y el obispado correspondiente) al artero Católico y cobrarme así cumplida venganza por sus insidiosa palabrería.
Pero el gran golpe de mano lo había dado ya al principio del turno el insincero de Zaratustro, que de golpe y porrazo se aprovechó de la debilidad de Reformistas y Habsburgos por sus batallitas para birlarle al primero el control de Bruselas y al segundo la ciudad y provincia de Luxemburgo. Encima tenía nada más y nada menos que 21 influencias colocadas en provincias a lo largo y ancho del mapa que le otorgaban el control de varias de ellas y 7 VPs adicionales por sus condiciones especiales de victoria.
Así pues, la partida acabó con una rotunda victoria de la Nobleza con 13,5 puntos, seguida por los Católicos con 11, Burgueses y Reformistas con 10 y Habsburgos con 7,5.
Algunas conclusiones (posiblemente erróneas) que he sacado de esta segunda partida:
* Las provincias que otorgan obispados al Católico es muy difícil que cambien de orientación religiosa en toda la partida, así que hay que contar con que siempre va a tener 6 VPs prácticamente asegurados.
* A la Nobleza hay que atarla corto desde el inicio de la partida, disputándole el Burgués el control de Generality, el Católico el de Cleve y aledaños y el Habsburgo todos los territorios del sur del tablero.
* No basta con ser agresivo sólo en el quinto turno. Probablemente merece la pena también comenzar a disputar algunas provincias menores en el cuarto turno que luego pueden otorgarte un par de medios puntos que pueden ser vitales para la victoria.
* Tu mejor aliado puede ser también tu peor enemigo pues convives con él en zonas geográficas adyacentes, así que prepárate para acuchillaros mutuamente en el último turno. El problema es que eso es más fácil de decir que de hacer, pues dadas todas las interacciones entre jugadores es muy fácil que te devuelvan la pelota.
* Los famosos sobornos a los ciudadanos sólo interesan realmente al Reformista, un poco al Católico (pero muy poco) y nada en absoluto a Burgueses, Habsburgo y Nobleza, con el agravante adicional para los Burgueses de que ayudar a su aliado natural aquí puede convertirse en la mejor forma de que el Reformista te traicione y te birle hasta tres ciudades de golpe y porrazo en el último turno.
* Las batallas largas y que involucran muchas influencias no benefician a ninguno de los bandos implicados en ellas y sí al resto de facciones que lo tiene más fácil para aprovecharse de la debilidad de los contendientes en otras zonas del tablero. Mejor llegar a un armisticio y repartirse los puntos de victoria de provincias importantes como Flandes que batallar por el control absoluto de la misma durante toda la partida.
* Un pequeño cambio en el orden de juego de un turno (especialmente en los dos últimos) o incluso en el orden en que se realizan los movimientos dentro de provincias o los sobornos a los ciudadanos en sus fases correspondientes puede provocar cambios importantes del panorama.
En resumen, que como ya intuíamos después de la primera partida de prueba que no pudimos terminar este juego esta repleto de matices estratégicos muy sutiles, que además son bastante diferentes según el bando que te toque y el número total de jugadores.
A ver si en breve montamos una tercera partida para continuar explorando esta joyita.