Por un despiste en la cabina, o quizá por exceso de emoción al contar a alguien, por teléfono, el éxito en la pesca, los cristales de la cabina se rompen, pudo ser él mismo o pudo ser que la pieza pescada no estuviera muerta del todo y diera un coletazo... de tal fortuna que los cristales al romperse se le clavan en alguna zona vital desencadenando la muerte.