Mmm... Qué tema más interesante!
De entre las dos corrientes de pensamiento, la de comprar juegos que no te gustan mucho a cambio de que tus amigos lo gocen y la de comprar juegos que te encantan pero que a tus amigos no tanto, prefiero la segunda, la verdad.
Yo estoy en fase de buscar gente para jugar a lo que me gusta. Antes no era así, me valía jugar a lo que sea con mis amigos de siempre, pero después de unos años mis gustos han evolucionado hacia unos derroteros (juegos largos y complejos, temáticos y wargames) que a mis amigos no les atraen demasiado. Por supuesto, sigo jugando con mis colegas a los juegos que les gustan, pero por otra parte hay una inquietud ahí que me empuja a comprar los que realmente me llaman la atención, sin importar su duración, complejidad y con quién puedo jugarlo. A veces un juego de esos triunfa en mi grupo de amigos y otras veces, normalmente, no.
La vida es corta y hay muchos juegos a los que quiero jugar, así que veo bien buscar jugadores fuera de mi entorno para ello. A fin de cuentas es lo que suelo hacer con otras aficiones como el baloncesto o el voley playa. Si es lo que te mola, te buscas a gente para jugar y listo.
Lo de intentar introducir a tus amigos en tu afición creo que no merece la pena, a no ser que veas que tienen ciertas inquietudes o cualidades que son comunes en los jugones de pro y que estoy convencido de que todos sabríamos identificar. Si no, es un estrés. Tú todo ansioso porque quieres que tus amigos disfruten y ellos aturullados y sin entender qué le ves a ese juego que tanto te flipa.
Por no ser cansino intento no taladrar a mis amigos con el tema de los juegos de mesa. Para ellos es algo que hacemos de vez en cuando y ya. Una vez al mes y listo. A mí me vale y me parece bien. Reconozco que no se puede hacer más.
Hubo una época, cuando era un joven lozano lleno de energía, que traté de engancharlos a voley playa en verano. Uno o dos días a la semana, tampoco algo muy loco. Pues de esas pachangas, si lié a 20 amigos en total durante todo el verano, al final solo conseguí enganchar a uno. Como dos no es suficiente para jugar, entre los dos contactamos con otra gente fuera de nuestro círculo y montamos un grupito para jugar todos los veranos. Los de ese grupo no somos súper amigos de la muerte, pero lo pasamos muy bien. Y no hay nadie que se queje porque tiene los brazos rojos o porque se está haciendo tarde o porque prefiere los cooperativos. Estamos, casi siempre, en la misma sintonía.
Moraleja: cómprate lo que te dé la gana