Con el solitario te acabas moviendo mucho mejor si controlas las reglas del juego normal y si lo has jugado varias veces. Lo más complicado es la asignación de objetivos, que se basa en un par de diagramas de flujo. Al principio se hace algo complicado, pero en cuanto los has seguido un buen puñado de veces, te acabas moviendo por él mucho más rápido. En suma, recomiendo, si uno quiere jugar solo, lo siguiente:
1. Jugar unas partidas desdoblándose a una misma batalla;
2. jugar a esa misma batalla en modo solitario simplificado otras dos o tres partidas;
3. jugar unas cuantas partidas –no tienen por qué llegar hasta el final– con el modo solitario completo.
Una vez hecho esto, la cosa suele ir bastante más fluida. El problema viene si uno intenta aplicar el solitario completo sin controlar mínimamente el reglamento –tanto el general como el particular–. Por eso mismo, creo que es bueno jugar siempre a la misma batalla para hacerse con el sistema, pues cambiar de reglas particulares acaba haciéndolo todo más complicado. Así mismo, la secuenciación que propongo tiene como objetivo asimilar las reglas paso a paso: primero las del juego propiamente dicho; después las bases del solitario, que son muy sencillas si uno tiene ya asimiladas medianamente las reglas, pero que suponen buena parte del sistema; por último, la inclusión de lo más complejo, una vez que todo lo demás está más o menos claro. Por supuesto, la necesidad de más o menos partidas en cada paso depende de cada uno y de la continuidad: a mayor grado de continuidad, menos partidas harán falta.
Yo estoy en el último paso, aunque no estoy pudiendo jugar con la asiduidad que me gustaría. Eso sí, en las vacaciones de navidad me desquito y escribo algo sobre la experiencia, que de momento está siendo muy buena.
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