Tengo miedo. Jamas pensé en este pequeño cuaderno de notas que llevo siempre conmigo en mis viajes pudiera escribir frase tan la pidaria, pero es, de los pocos sentimientos que consigo albergar ahora mismo, el que con mas fuerza arrolla mis sentidos, si… tengo miedo.
¿Quién podía imaginar que esta pequeña visita a este pequeño lugar me deparara tanto horror, tanto sufrimiento? Llevo aquí apenas dos días en los que casi no he podido dormir.
Siempre me han gustado los rumores y supercherias, me he alimentado de ellos desde la pubertad, vivo de ellos escribiendo en varias publicaciones que tienen la osadía de llamarse a si misma “revistas científicas” y no nos engañemos, un pueblo habitado por zombies era como una golosina en la puerta de un colegio, demasiado jugoso como para dejarlo escapar.
Cuando llegué todo paracía normal. Salvo por las miradas husmeantes y el temor a de la gente a hablar con extraños. Solo el encargado del hostal en el que pude alojarme tuvo una frase que me extrañó:
- Pagueme por adelantado. Aquí nunca se sabe.
Me lo tomé a chufla, claro está. Al menos hasta que a la puesta de sol, empecé a dar un paseo por el pueblo. No podía creerlo, no había nadie en las calles. Todo el mundo cerraba a cal y canto puertas y ventanas y solo el silbido del viento se dejaba oir en la pequeña urbe.
Finalmente un grito captó mi atención. Giré mi cabeza hacía donde me había parecido oir el gutural sonido y pude distinguir entre la oscuridad una joven que corría hacía mi con los ojos desencajados. A pocos pasos de ellas, una jauría de hombres y mujeres con ropajes cubiertos de sangre y ojos grisaceos. A pesar de mis intentos de ayudar a la chica, mis piernas no me respondían, mis manos permanecían inmoviles, mi voz no sabía expresar las palabras que llegaban a mi mente. ¡¡Corre niña!! ¡¡Corre!!.
Lo próximo que recuerdo ver fueron las lágrimas de unos ojos jovenes mientras cientos de criaturas mordían y despedazaban a la joven chica sin que yo pudiera hacer nada. Por suerte pude esconderme antes de que las feroces criaturas me vieran.
Deambulando por el pueblo, teniendo mil ojos en mi cara, encontré un pequeño grupo de tres personas escondidas. A las que me uní para intentar salvar la vida. Fueramos donde fueramos había zombies por todos lados, en la ferretería, en la juguetería, en el propio hospital, donde pudimos encontrar provisiones y armas para defendernos.
Algunos zombies sucumbieron ante el plomo de nuestras armas, pero poco a poco, el coorporativismo se fue diluyendo y nuestra carrera hacía el helipuerto, lugar que habíamos puesto como objetivo para coger algún helicoptero que nos sacara de ese pueblo del infierno, se convirtió en un duro salvese el que pueda, llegando incluso a traicionarnos entre nosotros para tener el dudoso honor de ser el último en ser devorado, o peor aún, en convertirse en uno de ellos.
Viendo la suciedad del alma humana decidí intentar un camino por mi cuenta, dejando al resto del grupo y adentrandome en el más puro horror. Seguí mi carnicería particular matando a todo zombie que se interponía en mi camino, y en mas de una ocasión tuve que parar para recuperar fuerzas.
Casi sin aliento comprobé que en solo el día que llevaba allí parecía que todo el pueblo se había transformado en esos seres sin vida sedientos de sangre humana. Ahora estoy a un paso del helipuerto y veo con tremendo pesar a dos de mis acompañantes de viaje casi sin aliento, intentando safarse de un millón de zombies que los rodean. El helicoptero no está, parece ser que uno de nosotros si ha conseguido huir, no he sido yo y por eso tengo tanto miedo.
Si alguien encuentra alguna vez estas notas denselas a mis seres queridos.
Kal-el.