Los prejuicios proceden de varias fuentes de nuestro entorno, pero la más preocupante es la que procede de los medios de comunicación, incluyendo publicidad, pelis y series, incluso de modo subliminal. Por ejemplo, cuando algo se ve por televisión con frecuencia mostrándose como normal, acaba por estandarizarse aunque sea algo que no encaja en nuestro modo de pensar. Por eso es tan fácil adoctrinar a las masas y cambiar eso que se llama "opinión pública", la clave de la democracia. El arte de moldear esa opinión es el éxito o fracaso electoral. Y lo que no sale por televisión, directamente no existe.