Claro que sí. Es la ilusión la que nos hace avanzar. No es que la novedad nos haga disfrutar como cuando éramos niños, es que gracias a esa ilusión y asombro ante las cosas hacemos nuevos descubrimientos, evolucionamos, tenemos nuevas ideas, inventamos, modificamos, hacemos que la humanidad avance en todos los campos. Si esa capacidad humana para el asombro, sin esa emocionalidad unida a la inteligencia y el aprendizaje, seríamos seres vivos, quizás, pero absolutamente inertes y condenados a la extinción.

Yo aun me paro delante del escaparate de cualquier juguetería por la que paso con los ojos como platos. Siento cosquilleos en el estómago y hormigueos en la piel de puro placer las pocas veces que puedo ir al cine, que descubro una novela que me impresiona..... no sé, mil cosas, mil y una cosas más sencillas o más complejas que cada día me dejan boquiabierto, sea durante unas milesimas de segundo o durante varias horas.
No se trata de la búsqueda obsesiva de la novedad por la novedad, intentando llenar algún tipo de vacío. La novedad, el asombro y la felicidad que ello conlleva está ahí, y no solo frente a nosotros o a la vuelta de cualquier esquina, sino tambié dentro de nosotros. Sí, incluso nos asombramos de nosotros mismos cuando nos descubrimos capacidades que no sabíamos que teníamos, cuando hallamos soluciones inesperadas, cuando establecemos conexiones a priori imposibles...
Nos asombramos y disfrutamos como niños porque somos capaces de sentir cosas como el amor. Somos seres perecederos, finitos y muy limitados, sí, pero al tiempo, tan capaces de trascender...

Así que aunque todo esto que estoy soltando así, a bote pronto carezca de sentido y suene febril... sí, creo que se vuelve a disfrutar como lo hacíamos de niños. Una y otra vez. Por mucho que nos encorseten, limiten o mutilen. Si alguna vez dejamos de hacerlo, es que estaremos muertos o seremos piedras.

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Ahí está, la capacidad de ser felices, de asombrarnos de nuevo con lo que hay a nuestro alrededor, está dentro de nosotros mismos. Si no soñamos despiertos, estamos muertos.
Un abrazo
Inés