Aprovechando que
Masqueoca (
http://labsk.net/index.php?topic=122319.0) va a editar en español este juegazo (vaya, si que empiezo a dejar la imparcialidad pronto de lado XD), y aunque ya hay una reseña escrita aquí (
http://latrompadenyarla.blogspot.com.es/2012/12/pax-porfiriana.html), creo que vale la pena dedicarle un post de esos grandotes que tanto me gustan. Como de costumbre, y esta vez ya por adelantado, tenéis el reglamento en español ya disponible (
http://labsk.net/index.php?topic=115080.0).
La Pax se define como un período de hegemonía de un Estado sobre otros de su alrededor durante el cual se establece una paz interna en sus dominios (imperio) y esfera de influencia. Si a ello le añadimos detrás “Porfiriana” pues… pues… nos quedamos igual que estábamos, porque yo, al menos, hasta que no me compré el juego y me dio por leer algo al respecto no tenía ni puñetera idea de quien fue Porfirio Díaz ni de que trataba el período conocido como la Pax Porfiriana, que da nombre a este juegazo (vaya, otra vez).
Ya de entrada, os aseguro que nos encontramos ante un juego muy temático. Y no porque durante la partida nos sintamos ricos hacendados luchando por derrocar a Díaz del poder o apoyarle para mantenerlo, sino más bien porque absolutamente todos los detalles del juego rebosan tema. Todas las cartas, desde la primera a la última, están perfectamente documentadas, tanto que en el apartado del reglamento denominado “Filosofía de Pax Porfiriana” nos van narrando la historia de este período indicando el papel de cada carta en el mismo (y lo que es mejor, con total sentido a la hora de verlo implementado en el juego). La capacidad de crear este ambiente durante las partidas es cuanto menos sorprendente, si tenemos en cuenta que se trata de un juego de cartas, unos cuantos cubitos de madera y discos de plástico de los chinos. Nunca antes afirmaría tan rotundamente que es posible crear una joya con unos materiales tan pobres.
Como digo, el juego se compone de 220 cartas, de las cuales se usan sólo 50 + 10 por cada jugador en cada una de las partidas. La rejugabilidad es total, porque no sólo se usan menos de la mitad de las cartas por partida, sino que también hay que contar con que las combinaciones que pueden salir obligarán continuamente a los jugadores a adaptarse a cualquier situación. Como cada ronda de turnos representa aproximadamente un año de juego (el juego abarca unos 30 años, desde el período prerevolucionario mexicano (1989) hasta los años de la revolución desde 1910 a 1920), las estrategias a largo plazo en espera de obtener una u otra carta no sirven de nada. Cada vez que te llegue el turno, debes maximizar tus opciones de victoria con lo que en ese momento tienes delante. El juego es tan caótico como pudo serlo el período histórico en que se desarrolla. Pero eso no quiere decir que sea algo incontrolable, de eso nada. Contar con una sólida base económica y guardar cartas poderosas para usarlas en el mejor momento será lo que permita en gran medida conseguir la victoria. Por lo tanto, en cuanto a calidad de componentes diría que es un juego mediocre, pero rápidamente la inmersión y jugabilidad del mismo hace que esto no tenga mayor importancia.
En cada turno, cada jugador podrá realizar hasta 3 acciones, entre las cuales están comprar cartas de un mercado central, especular con ellas para conseguir el oro que gasten otros jugadores, bajar cartas de nuestra mano, enviar tropas a extorsionar empresas rivales o proteger nuestras propias empresas, disolver a los manifestantes pagando a la policía etc. Realmente en este juego las acciones son lo de menos a la hora de reseñarlo. Me gusta más la idea de tratar un poco las sensaciones que transmite.
Existen 2 formas de ganar una partida de Pax Porfiriana: bien derrocando a Díaz del poder cuando se compra una de las 4 cartas de derrocamiento que entran en juego en todas las partidas, o bien siendo el jugador más rico si nadie consigue derrocarlo en ninguno de los intentos. Esto, que así dicho parece poca cosa, es sumamente complejo. El juego tiene una interacción BRUTAL, y digo brutal porque no se me ocurre una forma más bestia de describirlo. En una partida a Pax Porfiriana hasta el muevecubos más pacífico del mundo disfrutará extorsionando a sus rivales, provocando conflictos entre distintas facciones para reventar la estrategia de otro jugador o asesinando a los socios de sus contrincantes. En realidad no se si disfrutará o no con ello, pero no creo que sea capaz de no tomar represalias cuando le nacionalicen un rancho que lleva cuidando y desarrollando desde el inicio de la partida. Si no te gusta la interacción, mejor ni te acerques a Pax Porfiriana. O mejor aún, pruébalo asumiendo que en un turno todos tus esfuerzos han podido irse al carajo y disfruta con ello, porque a fin de cuentas de eso se trata.
Pero no todo es tan cruel en este juego, ya que tiene un mecanismo de compensación más que interesante: cada vez que asesinan a uno de tus socios, provocan huelgas en tus empresas o las nacionalizan y eliminan del juego (cada vez que te putean, vaya), obtienes una serie de puntos de prestigio que cuentan para luchar por la victoria. En ocasiones, no es tan malo que vayan a por ti a cambio de conseguir estos puntos.
Hay 4 puntos de prestigio diferentes (Lealtad, Prestigio, Mando y Revolución), y hay que estar muy atento a la cantidad de cada uno de ellos que tienen tus rivales. Es más, el propio juego permite que te lances esas cartas tan puteantes contra ti mismo para hacerte con esos puntos de prestigio. Gracias a esta opción se pueden conseguir combos de jugadas más que interesantes, pero esos mejor que los descubráis vosotros mismos, que es lo realmente divertido.
Este es otro de los puntos importantes del juego: Requiere muchísima concentración y estar atento a lo que tus rivales hacen para que no consigan la victoria sin que sepas siquiera como han podido hacerlo. Como digo, los puntos de prestigio son los que permitirán cumplir las condiciones de victoria. Según el régimen en juego (hay 4, Pax Porfiriana, Intervención Americana, Ley Marcial y Anarquía), hay que enfrentar nuestros puntos de prestigio (Lealtad, Ultraje, Mando o Revolución respectivamente), contra los 2 puntos de base de Porfirio Díaz y los otros puntos de los otros 2 jugadores más débiles en ese tipo de puntos (por ejemplo, cuando se compra una carta de derrocamiento y estamos en Pax Porfiriana, hay que contar nuestros puntos de lealtad, y si superan a los 2 de Díaz + los puntos de lealtad de los otros 2 jugadores que menos lealtad tengan, entonces ganamos).
Por supuesto, hay cartas que suman fuerza de un tipo u otro a Díaz si se descartan, es posible que contemos con suficientes puntos para ganar pero un rival gire su carta de hacendado incrementando 1 punto de los disputados y entonces no consigamos igualar los puntos necesarios etc. Realmente es bastante complicado explicar el funcionamiento de los derrocamientos pero luego se ve jugando que todo funciona perfectamente. Como digo, se requiere prestar mucha atención a las acciones del resto de jugadores. No pocas veces he visto en una partida la secuencia de “bajo esta carta y cambio el régimen a X, asesino a tu tropa Y que te da un punto de prestigio Z, compro la carta de derrocamiento y gracias a las anteriores acciones ahora cuento con los puntos suficientes para ganar”. Pues eso, en este juego, las distracciones se pagan caras. Sin embargo que nadie se asuste, una vez que conoces el funcionamiento de cada carta basta un vistazo para saber qué es lo que hace cada una y la situación de cada jugador. Es más, es un juego que suele generar mucho AP, pero no es del tipo molesto, ya que puedes intentar ir planificando tu siguiente acción o lo que es más divertido, ver el pedazo de combo que tu rival tiene en la mesa y le ha pasado desapercibido.
Como el juego de base ya es bastante complicado y requiere tanta atención, sumándole a ello que está en inglés, es dificil disfrutar al máximo de todo el tema que respiran las cartas. Todas, como ya he dicho, tienen texto histórico y la verdad es que son cuanto menos muy instructivas (La historia mexicana que estoy aprendiendo con cada partida...). Por eso, es de agradecer que acabe siendo editado en español. Creo sinceramente que es un juego que lo merece y facilitará que muchos que hasta ahora no se han atrevido con él, terminen haciéndolo.
A día de hoy, llevaré unas 20 partidas. He jugado con unas 15 personas diferentes y absolutamente todos han querido repetir cuando lo he propuesto. Es más, ha sido precisamente a partir de la segunda partida cuando de verdad han disfrutado del juego. En la primera es bastante complicado hacerse a la idea de a que se está jugado, y no digamos ya intentar dilucidar si lo estás haciendo medianamente bien o no. El juego en sí no es difícil, pero yo aún no soy capaz de compararlo con ningún otro. Quizá es por eso que desde que entró en mi colección he sido capaz de desprenderme de juegos que hasta entonces les tenía reservado uno de mis 50 huecos (no es por falta de espacio, sino más bien por no superar ese límite).
Porque claro, lo que en otros juegos se critica (y con razón), como el tamaño de la caja, definitivamente en Pax Porfiriana no es un problema. De hecho, la caja tiene tan poco aire que una cucaracha que se metiera dentro moriría asfixiada (o aplastada). Pax Porfiriana tiene cosas criticables, como cualquier otro juego, pero es que son minucias una vez que consigue atraparte. Por citar alguna, está el tema del reglamento, que si bien no es que sea malo, la forma en que está redactado no facilita para nada el aprendizaje del juego. Esto es fácilmente subsanable reorganizando las reglas o añadiendo más ejemplos. Otro tema es ya el diseño de las cartas, que es feo como él solo, aunque bueno, al menos sí que es bastante funcional y la información importante está claramente resaltada en grandes rectángulos blancos (como los cambios de régimen o las conexiones por las que se mueven las tropas). Para mí, la información histórica y su implementación acorde en el juego me hacen olvidar completamente el tema del diseño.
Si tienes tiempo, no dejes de leer la historia que acompaña al juego, pues prácticamente todas las cartas están tematizadas y contextualizadas. A veces se habla de “joyas entre el fango”, por aquello de que hay algunos juegos que no son demasiado conocidos y resultan ser un juegazo. Para mí, al menos, Pax Porfiriana es el mejor ejemplo de ello.