Hace unas 3 semanas llevé el juego para estrenarlo y al final sorprendentemente pude hacerlo con mi hermano y mi sobrino. Cuando después de acabar la primera partida te pregunta tu sobrino ¿echamos otra? se siente una gran satisfacción y se convence uno cada vez más que el problema de la difusión de los juegos de mesa es que los aficionados no practicamos con el suficiente empeño la labor de "evangelización" para ir captando adeptos, sabiendo como sabemos que realmente vale la pena.
Resultaba tremendamente divertido ver como algunos de los puzles no te salían y andabas ahí moviendo las piezas de una forma u otra "es imposible, no tiene solución" pero sí la tenía.
Además el juego lo compré porque me pareció bastante educativo. Por supuesto, me quedé sin juego, lo tuve que dejar porque a mi sobrino le gustó (y yo encantado, a ver si algún día poco a poco va tomando afición...)
Estoy bastante de acuerdo con la valoración de wkr.
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