El sol brillaba sin piedad. El pequeño y tranquilo valle lleno de moscas revoloteando y zumbando sobre una carcasa parecia completamente desierto. El pequeño dragón no se extral'lo al ver el cuerpo de una oveja muerta allí en medio. El olor de la sangre era muy tentador. La bestia voladora descendió.
Las sombras de los pocos arboles del valle hacia Imposible ver al gran enano que permanecía completamente inmóvil. Ni siquiera el sudor resbalando bajo su maltrecha aunque increíblemente resistente cota de malla, ni el molesto picor de su gruesa barba ni el deseo de una fría jarra de cerveza, hizo que Morrn dejara de apuntar con su ballesta cargada ni un momento. Estaba esperando. De repente, vio un pequeno movimiento en el lado opuesto del valle. Arrugó el entrecejo. Brald tenia un físlco Poderoso y apenas podla hacerse un hueco entre su gran escudo y las rocas al filo del valle. Cerca de una hora de espera después, el mango del hacha rudamente forjada de Brald, resbaló sobre una piedra lisa llamando la atención de Morin. Brald echó un vistazo a su derecha esperando encontrarse una mirada de reproche por parte de su segundo hermano que estaba escondido en los matorrales. Pero el barbudo Urpen,que tenia la piel llena de cicatrices estaba completamente concentrado en una oscura mancha en el cielo, la cual Iba creciendo a una velocidad alarmante. Urpen apretó la red con sus poderosas manos y Esperó.
Un dragón rojo apareció con un batir de alas estruendoso. Sus garras atraparon al animal muerto, pero antes de que pudiera volar lejos con su presa, la astuta trampa de los experimentados cazadores le atrapó. Unos grandes dientes de hierro surgieron de la grava atrapando unas de las patas del dragón. Las gruesas escamas protegieron al sauro de las heridas pero la pesada cadena anclada a la trampa forzaron a la bestia a tomar tierra e intenar liberar su pata. Al mismo tiempo, un virote de ballesta pasó volando cerca de su cabeza. El dragón rujió, se giró y escupió fuego a los arboles desde donde vino el disparo. Morln, estando a tres metros de distancia, cargó de nuevo la ballesta. Tenlan poco tiempo y el dragan estaba en plenas fuerzas.
Brald recordó el poblado quemado que dejaron atrás camino a las montanas y agarró con fuerza su escudo. Sin vacllar, salló de las sombras a grandes zancadas y se aproximó a la bestia.
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