Después de pillar la versión española del jueguete de marras, y meterle caña con cinco partidas entre pecho y espalda, mi grupo relegaría al ostracismo lúdico gustosamente a Miguel Ángel. De esas 5, tres han estado clarísimamente marcadas por el barbas y su política buenista de buscar la felicidad de todos... menos de los que no lo tienen como líder. Qué plasta de onvre: para la siguiente, ya hemos acordado sacarlo y cambiarlo por El Cid.