Más bien lo contrario: Que acaba pecando de lo que supuestamente dice huir.
Por ejemplo el nivel de mando de los jugadores una vez comenzada la batalla resulta bastante mágico e irreal. Por no hablar de la elección de unidades en vanguardia en cada momento.
Y todo para que al final una buena o mala racha de dados acaben siendo más decisiva que cualquier otra cosa. Lo cual no es necesariamente malo para los objetivos que el autor se plantea en el libro pero sí para aquellos que busquen un juego competitivo y equilibrado.
De todas formas es cierto que tampoco se le pueden pedir peras al olmo y que el sistema no está pensado tanto como un juego sino más bien como una especie de simulador muy sencillito en el que uno va presenciando cómo se desarrollan los acontecimientos.
Como siempre, para gustos los colores y tal y Pascual y Portugal...