Vaya por delante que no es una crítica.¿No os parece que es exponencial la tendencia a la subdivisión de los espacios de opición/debate en la web entre usuarios?Hace un tiempo labsk y algunos blogs eran el punto de encuentro, pero parece que actualmente la participación se difumina entre las webs, blogs y canales de los distintos usuarios o medios. No es extraño ver que un "espacio" tenga, de hecho, varios medios para la comunicación.Ojo, mucho ojo, porque no digo que eso sea malo, ni que lo bueno sea centralizar ni nada por el estilo, lo que temo es que esto pueda "esparcir" tanto los contenidos de calidad que al final se dispersen de tal modo que teminen por desaparecer.
Es uno de esos debates que, pese a estar siempre presentes, alivia retomar de vez en cuando.Hace muchos años, hablo de cuando comenzó la fiebre bloguera y cosas como youtube no se planteaban aún, tuve una epifanía ante lo que aparentemente se avecinaba: la dispersión de las comunidades construidas en torno a internet sería un hecho creciente y el amasijo resultante de información, excesivo y diluido, terminaría por llevarnos a la ansiedad inherente al síndrome Carrefour: tantos anaqueles y la permanente sospecha de que nos estamos perdiendo algo importante...Ha pasado mucho tiempo. No me sorprende la situación. La atomización no es intrínsecamente mala... hasta que te das cuenta de que el mundo se ha vuelto inabarcable. Lo que más detesto es, precisamente, lo apuntado por Calvo: proliferación y más proliferación de contenidos sin gracia, voluntad o chispa. Recuerdo con cariño leer de juegos en fanzines como Líder o Troll. Aquellas páginas estimulaban mi imaginación. Cada reseña era de un producto único, genuino, que había que sopesar bien en función de tus inquietudes. No he vuelto a tener esa sensación, que requiere de otro tempo, otra concentración, la llegada puntual a un manantial de propuestas para luego continuar viaje.Casi todo se ha vuelto extremadamente rígido: una nomenclatura repleta de tópicos que medra en cientos de vídeos, reseñas escritas y opiniones en foros que no tienen nada que ofrecer, salvo ideas mil veces recauchutadas, oídas en un laberinto de espejos que las multiplican hasta resultar pesadillescas: "eurogeim", "meritras", "mecánicas", "sensaciones", "salir a mesa"... la suspensión del lenguaje, una banda de moebius sin alternativas.Lo que rodea al juego, ese aroma que apabulla tras muchas partidas y la constatación de que aquello se ha parido con todo el cariño, se va diluyendo en un mar de opciones siempre nuevas. Recuerdo a aquel hombre gris, con el maletero del coche abierto, ofreciendo a Momo decenas de muñecas con vestidos para ponérselos y quitárselos una y otra vez. Momo se replegaba ante la propuesta, pero Momo es única y sabe bien lo que necesita.El problema de la atomización y saturación de información es que reblandecen nuestras necesidades hasta convertirlas en una gelatina paralizante. Ya no hay relato personal, tan sólo una permanente huida hacia el "qué me compro o qué pruebo ahora".Es difícil generalizar todo esto, porque los juegos son algo muy físico y por fortuna seguimos jugando. Las emociones que surgen de la interacción con los amigos perduran en nuestras mentes y resultan balsámicas. Pero no dejo de añorar aquellos medios de dulce néctar que ahora tanto me cuesta encontrar (mención aparte merece Chema Pamundi, uno de los pocos supervivientes de aquellos días que sigue conservando la frescura de antaño para aliviarnos a todos).