«¡Ya vienen! ¡Ya vienen!»
Brendano dejó caer el martillo y corrió hacia la puerta. Aún con el bochorno del verano, la villa era un frenesí: todo el mundo corría de acá para allá. Levantó los ojos en dirección al castillo y vio arder el fuego en los bancales. Fue la señal: Los sarracenos se dispusieron a atacar la villa, sus alargadas embarcaciones de velas cuadradas ya estaban a la vista. Maldito el verano que amansa las aguas del Mediterráneo y permite a los bárbaros alcanzar nuestras tierras.
Corrió a su casa, gritando: «¡Ya vienen! ». Su mujer y sus dos hijos ya bajaban apresuradamente las escaleras. «Id pasando, ya os alcanzaré».
Todos corrían en dirección al castillo. Felice, Constanza, Oronzo, Minuto, Ileana abrazando a su hijita... Hasta el arrogante Albino, ese engreído grosero: incluso él estaba allá arriba arrastrándose jadeante, abatido por agobiante calor.
«Esto tenía que pasarnos tarde o temprano» pensó Brendano. Era simple cuestión de tiempo. Y he aquí que han llegado.
Volvió a entrar en su casa mientras su familia salía chillando. Cogió su espada aún sabiendo que no habría ningún combate: los saqueadores arramblarían con todos los bienes y animales que pudieran cargar sus embarcaciones y destruirían el resto, luego se marcharían satisfechos. Si el botín les parecía suficiente, no malgastarían tiempo ni vidas atacando el castillo. Brendano cogió también su pequeña bolsa de monedas y se la ató al cinto. Cerró la puerta con llave, sabiendo que no serviría para nada, y se dirigió al castillo.
Era el último. Todos los demás estaban ya dentro. Se volvió y vio la densa humareda negra proveniente de la playa. Probablemente estaban quemando las barcas de pesca. Pronto incendiarían los edificios.
Se detuvo un instante. De repente, dio media vuelta y desanduvo el camino. Llegó a su casa, abrió rápidamente la puerta, cogió una antorcha y la encendió en el hogar de la forja. Luego salió corriendo, dejando la llave puesta en la cerradura. Los saqueadores no se habían dispersado aún por los callejones, pero se les oía gritar en la playa.
Bredano se dirigió hacia la vivienda de Albino. La puerta estaba cerrada: la derribó a patadas. Blandiendo la antorcha, prendió las cortinas. Inmediatamente se dirigió a la parte de atrás y lanzó la antorcha al granero.
«No sea caso que los tunantes se olviden de Albino, el muy cerdo », pensó.
Salió rápidamente de la villa y empezó a trepar por la pendiente brincando ágilmente, en dirección al oscuro portalón del castillo.
Canturreaba una vieja balada.
Reglas en español, gracias a Enric:http://www.box.net/shared/tb4l2nht6qReglas en español, traducidas del francés gracias a veraruahttp://www.labsk.net/index.php?topic=4888.msg163760#msg163760Página de la editorial del juego:http://www.roseandpoison.com/homeen.htmlFicha en BGG:http://www.boardgamegeek.com/game/13460