No recuerdo mucho de aquel día, aunque creo que fue ayer. Sé que había un tablero, muchas fichas de cuatro colores diferentes (algunos las llaman, según creo, “tiles”, pero no, eran fichas de toda la vida) y un montón de cubitos. Ah, sí, y algunas piezas de madera que representaban templos.
A partir de ahí todo se volvió un poco caótico. ¿Alguna vez os habéis enfrentado al primer movimiento de la primera ronda siendo tú el primer jugador de un juego al que juegas por vez primera? La tensión es horrible; no tanto porque no quieras empezar en desventaja en el juego debido a un mal movimiento; sino porque no quieres meter la pata y hacer creer al señor que te acaba de explicar las reglas que todo su esfuerzo no ha servido de nada. Pero salí bien librado del asunto, creo. Moví más o menos, como debía haberlo hecho, aunque quizá en un sector del tablero un tanto… periférico.
Javi36 y Korchoman; que eran mis contrincantes, empezaron intercambiar fichitas de colores, a sacar fichitas, y ganar cubitos de colores; mientras que yo me hacía una granja industrial en las afueras, que no sabía muy bien para qué servía, pero a la que pronosticaba una suerte de futuro parecido al de Joselito.
Descubrí tarde, y de la peor manera, que lo que dan verdaderos puntitos son los conflictos externos, y no poner fichitas unas detrás de otras; y descubrí, más tarde aún, que el verdadero propósito de los conflictos internos no es ganar cubitos rojos, sino suplantar un lider de otro jugador por uno tuyo.
Totá, que me machacaron, como era lógico.
El juego me gustó. Eso creo. Creo que tiene muchas posibilidades. Creo que quiero jugar más y creo que será mi primera compra el próximo año.