Incluso esa ardilla que abre las nueces para comer establece una diferencia radical con cualquier máquina, porque la ardilla quiere comer la nuez, porque siente la necesidad de hacerlo, mientras que eso no es posible en una máquina. Los seres vivos son seres surgidos por sí mismos del seno de la naturaleza, no creados, no programados por una inteligencia. Esta diferencia ontológica radical hace que no sea posible una sustitución de lo humano por la máquina. Algo esencialmente distinto no puede ser o hacer nunca lo mismo. La capacidad de raciocinio no es algo desligable de la necesidad vital, de la voluntad, no es algo puesto en nosotros por un ser superior, sino que nace precisamente del deseo de conocer, y es dependiente de esa necesidad. Todo lo que no sea eso, es solo simulación de pensamiento, no verdadero pensamiento.
Supongamos que, aún así, una gran parte de los oficios y profesiones humanas fuesen sustituibles por máquinas, por ejemplo, un 50%. Seguiría habiendo trabajo humano, por ejemplo, el trabajo creativo en la creación de un juego de mesa, o así a bote pronto, el empleo de una camarera atractiva en un bar de copas (cosa que me imagino no es sustituible). La cuestión es que se crearía una extraña diferencia entre los que trabajan y pueden acceder a un mayor beneficio económico y los que no pueden hacerlo porque no todo el mundo tiene capacidad creativa, y los demás trabajos ya están ocupados por máquinas.
Supongamos ahora el caso imposible en que todo el trabajo es cosa de máquinas. Dudo mucho que quisiéramos vivir en un hipotético mundo de ociosidad tal como ese, donde imperaría el aburrimiento, la falta de sentido del esfuerzo y de obligación. Sería algo parecido al país de Jauja donde no solo no es necesario trabajar, sino que los pollos vuelan ya asados y listos para ser degustados y los rios son de vino y de leche. No podríamos vivir en un mundo así porque es contrario a la naturaleza humana. Porque es necesaria la dificultad para sentir la satisfacción de superarla, porque es necesario el esfuerzo para sentir el mérito, porque es necesario el peligro y la amenaza para que se valore la capacidad para afrontarlos, porque es necesaria la debilidad para dar valor a la capacidad para protegerla, porque es necesario el mal para que exista el bien.