En mi caso, los juegos de diseñador dejaron desfasados a los juegos de masas.
Por otra parte, sólo quedan anuladas de verdad las cosas que tienen defectos graves de funcionamiento. Los sables estarán obsoletos, pero si un cuatrero se acerca a mis caballos, puedo hacerle una cara nueva estilo Novio de la Muerte con el sable que tengo aquí al lado. Luego habrá cosas más modernas y mejores (como un revólver de doble acción) o más modernas y peores (como una stun-gun de última generación), pero un sable bien afilado funcionará hoy, mañana y dentro de cuatro años.
Pues con los juegos, igual. Anda que no es viejo el ajedrez, y sigue funcionando. Luego hay juegos más modernos que a lo mejor te parecen mejores en un momento dado, pero si un día quieres echar una partida en el bar y lo único que tienes a mano es un tablero de ajedrez de viaje, el ajedrez te servirá perfectamente.
La mayor parte de las veces que alguien dice que algo ha envejecido mal, lo primero que pienso es que ya era malo cuando se creó. Me pasa lo mismo con muchas otras cosas, como las películas o las novelas. Las películas de Buster Keaton, Boris Karloff o Bela Lugosi están llenas de topicazos que ya están muy vistos, ubicadas en un entorno cultural distinto al nuestro con el que no nos identificamos. Pero son divertidas, aterradoras, intrigantes o entretenidas, porque las películas ya estaban bien hechas de mano.
El Monopoly no se me hace pesado por viejo, se me hace pesado por cómo está diseñado.