Se trata simplemente de evitar a la gente "tóxica".
Los juegos de mesa fomentan muchas habilidades sociales positivas, pero no hay que olvidar que la mayoría suponen una competición para ver quién gana. Esto atrae (entre otras muchas personas) a perfiles competitivos, para los que ganar es lo único que importa en el juego y que no siempre cuentan con las habilidades sociales que serían deseables. El exceso de competitividad es sin duda un obstáculo para que se desarrollen esas habilidades sociales que mencionas y que los juegos de mesa deberían promover.El que esté libre de pecado que tire la primera piedra, pero yo he visto jugadores que dejaban de disfrutar de un juego cuando veían escaparse la victoria y estropeaban la experiencia a los demás con críticas al sistema: este juego está roto, o tal mecánica está desequilibrada, o tal acción no es histórica, o eso que estás haciendo es gamey. Para algunos, gamey es toda aplicación de las reglas que yo no había descubierto hasta ahora y que me impide ganar. Siempre es gamey lo que hacen los demás, nunca lo que hago yo. Incluso (y esto es lo más divertido) he jugado con personas que cuando veían que podían perder en sus juegos favoritos, repentinamente descubrían que había mecánicas que no les gustaban: las que sus oponentes explotaban para ganar. Y esos juegos dejaban de ser favoritos
Los juegos de mesa fomentan muchas habilidades sociales positivas, pero no hay que olvidar que la mayoría suponen una competición para ver quién gana. Esto atrae (entre otras muchas personas) a perfiles competitivos, para los que ganar es lo único que importa en el juego y que no siempre cuentan con las habilidades sociales que serían deseables.
Benditos juegos con modo solitario...
Sin embargo, cuanto más me adentro, más conozco gente con escasa tolerancia a la frustración, con pocas o muy pocas habilidades sociales, con incapacidad para resolver conflictos y demás carencias que se sitúan justo en el otro extremo de las supuestas bondades de los juegos de mesa.