IntroducciónMe disponía a comenzar una reseña distinta cuando he descubierto por casualidad que este ENTRETENIDÍSIMO juego no tenía ninguna (por lo menos yo no la he encontrado, pido disculpas si me he equivocado). Lo compré únicamente por la opinión que me merecen sus hermanos de formato.
El Jungle Speed (en mi opinión uno de los mejores
fillers que existe) y el
Time’s Up (cuya única pega es lo pronto que fulminas todas las tarjetas). Si
Crómola saca otro juego en bolsa lo compraré a ciegas. Y así hasta que consigan decepcionarme.
Ficha TécnicaGénero: Cartas.
Habilidad clave: Velocidad de reacción y una voz potente. También memoria para según que variantes.
Temática: Se supone que comerciamos con vacas. Yo nunca he estado en una feria de ganado, pero tengo el presentimiento de que está bastante pegada.
Jugadores: De 3 a 8 (yo no he jugado con menos de 4).
Tiempo aproximado de partida: Puede durar tanto como quieras. Digamos que una partida estándar está en torno a los 15 minutos.
MaterialEl juego consta de 72 cartas y 1 timbre. Las cartas admiten fundas (aunque quedan “bailongas”) y tienen bonitas y coloridas ilustraciones de vacas. El timbre está únicamente para justificar los cerca de veinte euros que van a cobrarte por el juego. Además no viene en caja sino en bolsa. Una cómoda bolsa de tela que lo hace muy fácil de transportar.
No os equivoquéis. El timbre de la imagen mola mucho más que el que viene en el juego. Estoy convencido de que, si se sabe utilizar, ese timbre te permite viajar en el tiempo. Hasta la bolsa mola más. ¡Maldita publicidad engañosa!
El juegoEl colmo de la sencillez. Se separan tantas familias (grupos de nueve cartas iguales) como participantes haya. Se mezclan y se reparten nueve cartas a cada uno. El objetivo del juego es ser el primero en conseguir, mediante intercambios, que esas nueve cartas sean iguales. Hecho esto tocas el timbre y sumas los puntos que se indiquen en tu familia de cartas (la familia más baja vale 50, mientras que la más alta te da 100). Y vuelta a empezar hasta que alguien consiga 200 puntos o hasta que se jueguen ocho rondas (o todo el tiempo que os apetezca seguir jugando).
Hasta ahora no parece muy divertido, ¿verdad? Lo gracioso del juego está en la forma de canjear las cartas. Para ello se siguen las siguientes normas:
- Puedes cambiar de 1 a 4 cartas de tu mano por el mismo número de cartas de otro jugador. El intercambio se produce con las cartas boca abajo (no sabemos que vamos a recibir).
- Cuando cambias un grupo de cartas todas deben pertenecer a la misma familia (han de ser iguales).
- La única información que puedes dar (por lo general en forma de estridentes y repetitivos chillidos) es el número de cartas que propones.
De esta forma la primera ronda se convierte en un gallinero, con todo el mundo gritando números, cartas volando por encima de la mesa y vecinos pensando que se acerca el fin del mundo (“el mineralismo va a llegaaar”). Pero la cosa no acaba aquí. A partir de entonces el ganador de cada ronda propondrá una nueva variante para la siguiente. Un par de ejemplos. Si elegimos “la vaca muda” durante esa ronda nadie podrá hablar, y tendremos que recurrir a hacer gestos con las manos para indicar el número de cartas que queremos cambiar. También podríamos escoger “la vaca feliz” (una de mis preferidas). En esta variante uno pasa a ser “Hip”, dos “Hip, hip”, tres “Hip, hip, hip” y cuatro “¡Hurra!”. Aún recuerdo la primera partida que jugué a esta. Uno de nosotros se levanto y se puso a gritar “¡Hurra!, ¡hurra!, ¡hurra!”. Todos nos quedamos parados mirándolo mientras pensábamos: “Si el imbécil este ya ha conseguido las nueve cartas iguales… ¿por qué no toca el timbre?”.
Las instrucciones te sugieren unas cuantas variantes y te animan a que crees las tuyas propias. Echándole un poco de imaginación salen cosas muy divertidas. A título personal recomiendo que proponer una variante distinta en cada ronda sea obligatorio. Hay gente que jugaría siempre “la vaca muda”. Cuando llevas media docena de rondas tú también te sientes tentado a hacerlo.
OpiniónEn una de las primeras versiones en lugar de vacas se intercambiaban juegos de mesa. Además el método utilizado era mucho más civilizado que liarse a pegar gritos. Cada jugador apuntaba en una libreta común un mensaje indicando las cartas que quería cambiar. El mensaje se presentaba con un título que respondiera al siguiente formato: [AÑO/MES/DÍA] CARTAS (AUTOR). Pese a todo, el incluir una única copia del Agrícola y rellenar el resto con Munchkins, desencadenó escenas como la de arriba.
Creo que ha quedado patente a lo largo de la reseña mi opinión sobre este juego. Es entretenido, gusta a todo el mundo, puedes llevarlo a cualquier sito, presenta un excelente margen de jugadores y es altamente rejugable (nosotros por lo menos no nos hemos cansado aún). Pero no todo el monte es orégano. Es un juego caro para lo que ofrece. Hay que tener en cuenta que para crearse una versión casera no hacen falta más que un par de barajas tradicionales (españolas o de poker). Además, si te lo haces tú mismo cuentas con la ventaja de poder añadir aún más jugadores (trece en total si las barajas son de poker, del as al rey). Y así como el
Jungle Speed pierde gran parte de su gracia si no se utilizan las cartas originales (por mucho que digan
El Mechero no tiene ni punto de comparación), este juego no se ve afectado por ello. No me arrepiento de la compra pero la decisión queda en las manos de cada uno.
Lo mejor: Muy divertido y apto para todo el mundo.
Lo peor: Un precio excesivo.
Lo siento señoritas, pero el caballero no viene incluido en el juego. Pero si son ustedes cariñosas quizá yo les sirva como pobre sustituto. Tengo una tía abuela algo miope que dice que yo soy clavadito a este señor en la peli ¿Conoces a Joe Black? (La BSK no se responsabiliza de las posibles futuras decepciones que pueda ocasionar el creer lo arriba citado).