La reunión

Es una representación, como si de una obra de teatro se tratase, pero en la que el guión no está escrito de antemano. Podría decirse que es una especie de teatro improvisado, donde cada jugador representa el papel de un aristócrata victoriano; y aquí es precisamente donde entra la parte de rol. Para ello cada jugador posee una hoja en su cuaderno de campo con la información relevante de su personaje dramático. Esta información se refiere a su historia personal (antecedentes), un breve currículum y una descripción de sus habilidades o capacidades, rasgos y su actitud ante las cosas. A la reunión también se le conoce coloquialmente como sesión de juego.

Si es la primera reunión del Club de los Martes se instaura el club. El primer anfitrión será aquel miembro del grupo que tenga el más alto rango social, en caso de empate se tendrá en cuenta títulos secundarios, número de propiedades o el número de siglos que el título lleva en la familia, los más jóvenes quedan relegados en caso de duda (la edad es una veteranía en estos lances), la condecoración militar o rango eclesiástico más alto tiene prioridad.

Sino será la persona que venció en la última reunión la encargada de contar un memorable, auténtico y misterioso caso, diciendo: «Caballeros, me resulta un poco difícil escoger el tipo de historia o enigma que ustedes desean oír, pero creo que conozco un ejemplo que cumple muy bien los requisitos exigidos en el Club de los Martes. Es más, incluso es posible que hayan leído algún comentario acerca de este caso en los periódicos y folletines. Entonces se archivó como un misterio sin resolver, pero da la casualidad de que la solución llegó a mis manos no hace muchos días. Los hechos son bien sencillos…”

Pensamiento lateral

Pensamiento lateral: Edward de Bono

La percepción es real incluso cuando no es la realidad. (Edward de Bono)

A veces nos acostumbramos a pensar en una sola dirección dando por obvio cosas que no son tan obvias!… Por eso a veces el proceso investigativo riguroso deja de sernos útil. En ocasiones se nos presentan límites que solo podemos superar dejando de lado nuestras suposiciones básicas y enfocando el problema desde un ángulo completamente distinto y nuevo. Por eso en muchas situaciones durante la reunión habrá que realizar preguntas concisas, en un principio descabelladas, acerca de personas o sucesos acontecidos relacionados directa (o incluso indirectamente) con el enigma. Y es aquí precisamente donde entra el “pensamiento lateral”, ya que el Club de los Martes es un juego de roles fuertemente basado en esta peculiar técnica creativa. Esto es debido principalmente a que los problemas de pensamiento lateral son a menudo extrañas situaciones que requieren de una explicación, y que habitualmente se resuelven a través de un dialogo entre el que sabe la solución y él (o los) que pretenden imaginarse la respuesta. Estos enigmas generalmente no contienen suficiente información por lo que dificultan la solución. La clave del proceso es efectuar preguntas. Las preguntas pueden recibir solo tres posibles respuestas: si, no o irrelevante. Esta es la base sobre la que se asienta una tercera parte del juego y en la que se fundamenta gran parte de la mecánica de juego.

El término pensamiento lateral fue concebido por Edward de Bono para describir un tipo de pensamiento distinto al pensamiento convencional o lógico. En el pensamiento convencional (o vertical), avanzamos a lo largo de líneas familiares usando experiencias y suposiciones que parten de situaciones similares. Nos apoyamos en la lógica y las suposiciones que empleamos antes. Utilizamos un enfoque lógico y racional. Ya que puede que necesitemos resolver problemas sin suprimir la causa, y por tanto, hemos de diseñar el método para seguir adelante incluso si la causa sigue existiendo. La definición en el Concise Oxford Dictionary del pensamiento lateral dice que consiste en: «buscar la solución de un problema mediante métodos no ortodoxos o aparentemente ilógicos». Por tanto, el pensamiento lateral tiene que ver mucho con moverse a los lados al resolver un problema para ensayar, deliberar y asimilar diferentes percepciones, diferentes conceptos y diferentes puntos de vista.

Corazonadas

Sherlock HolmesCuenta la leyenda que en los inicios el ser humano tenía la sabiduría de la divinidad, pero que no supo utilizarla correctamente. Dicen que, como castigo, los dioses se la retiraron y decidieron esconderla en algún lugar recóndito al que sólo se pudiera llegar con verdadero esfuerzo. Buscaron en las montañas más altas, en los abismos de los océanos, en el centro de la Tierra. Todos parecían demasiado accesibles. Finalmente optaron por ocultarla allí donde los altivos mortales nunca podrían imaginar: en el interior del propio ser humano.

No se sabe a ciencia cierta el origen de esta hermosa leyenda, pero curiosamente describe lo que algunos estudiosos de la mente comienzan a estudiar y descubrir en los últimos tiempos. Unos hablan de intuición, otros de inconsciente sin más, también de inconsciente adaptativo. Incluso improvisación. Poco importa el nombre, lo cierto es que hace algún tiempo que pseudo científicos y psicólogos siguen la pista de esa misteriosa capacidad humana que permite tomar decisiones instantáneas siguiendo exclusivamente las indicaciones de las vísceras y que resultan, en muchos casos, más acertadas que las que surgen de una profunda reflexión.

Un buen detective debe aprender a confiar en sus corazonadas y en su mordaz instinto… si así lo hace, seguramente se llevará ¡grandes sorpresas! Las corazonadas tienen que ver con la intuición, el cual es un recurso con el que todos contamos. De nosotros depende escucharle o dejarle conducir solamente por el análisis racional. Un buen detective de salón debe saber encontrar valor a todas esas ideas, por alocadas que sea, que pululan en su propia guía interior. Por supuesto que es importante reconocer la utilidad innegable de la mente analítica, pero es necesario darse cuenta de que darle una hegemonía absoluta en nuestra vida puede tener consecuencias desfavorables.

La intuición, en muchas ocasiones, nos hace navegar por aguas impredecibles. Y es fácil de entender ya que conforme se van conociendo más datos acerca del enigma que nos ocupa la realidad cambia, los detectives que lo investigan cambian y por tanto también ineludiblemente cambian su intuición. Por tanto, hay que saber “escuchar la intuición” como una decisión continua en cada momento del caso, si claro está deseamos obtener sus beneficios al máximo. Y es más no sólo se trata de estar abiertos y receptivos para que aparezca y nos muestre sus sospechas, sino también de buscarla activamente, aprender a situarnos en el lugar y momento adecuado, y convocarla apropiadamente para solicitar su orientación.

Pongamos un ejemplo. Entre los muchos casos que se podrían citar se encuentra el de un conocido historiador del arte con un talento muy especial para detectar falsificaciones. Su técnica era literalmente visceral, algo que aparentemente sacaba de quicio a sus colegas, y es que era incapaz de explicar o de dar pruebas concretas sobre lo que había visto en una obra para determinar que no era auténtica. Parece que en una ocasión, en los tribunales, las únicas justificaciones que dio para su dictamen fueron cosas como que sintió malestar de estómago, que le zumbaron los oídos o que se mareó. El historiador de arte sabía “escuchar su intuición” y siempre le funcionaba.

Sólo la verdad nos hará libres. Abrirnos a la intuición implica estar dispuestos a que las cosas no sean como queremos o imaginamos. Por eso hay que ser valientes; trabajar por el autoconocimiento, estar familiarizados con los propios estados de ánimo subjetivos y con las trampas en las que habitualmente caemos; ser conscientes, aprendiendo a discernir qué es verdadero y qué es falso y a separar todo aquellos que realmente nos importa del caso; saber escuchar al diálogo interior, centrándonos en esas preguntas y respuestas acerca del caso que se dan todo el tiempo en nuestra mente y que constantemente nos están preocupando; y confiar en los mensajes, síntomas e impulsos centrados que realmente nos enseñarán aquello que es auténtico. Si eres capaz de aislar todo esto, posiblemente, la intuición funciona para resolver muchos de los enigmas planteados. El saber hacerlo es todo un arte y requiere aprendizaje.

El Almirante Flotante

El almirante flotante

En 1928 nace Detection Club, una elegante asociación de escritores de misterio con sede en Londres. Sus componentes se comprometían a mantenerse en el género y cumplir con una serie de condiciones, a saber, jugar limpio con el público, mediante tramas e investigaciones serias, sin resolución de casos por arte de magia, y con los colegas, no divulgando los argumentos en marcha y ayudando en cuestiones técnicas.

Tres años después, en 1931, 14 autores de esta peculiar asociación (Dorothy L. Sayers, G.K. Chesterton, Canon Victor L. Whitechurch, G.D.H., M. Cole, Hentry Wade, Agatha Christie, John Rhode, Milward Kennedy, Dorothy L. Sayers, Ronald A. Knox, Freeman Wills Crofts, Edgar Jepson, Clemence Dane, y Anthony Berkeley), se presentan un difícil reto: escribir la novela «El almirante flotante».

Todos parten de la misma base: descubrir la identidad del asesino del almirante Penistone que fue hallado flotando en un bote por el río Whyn. Para ello cada uno de los autores escribe un capítulo de la novela basándose en una posible solución imaginada por él, al mismo tiempo iba agregando nuevos datos al desarrollo de la trama para conocimiento de los autores que vendrán por detrás. Quien tenía que escribir el capítulo siguiente debía basarse en los hechos anteriores descritos y proponer él mismo su solución, desconociendo las precedentes (que no figuraban escritas), entregándola en un sobre cerrado que se abriría al final. La novela completa tiene como solución final la que dio el escritor del último capítulo, teniendo la complicada y ardua labor de compatibilizar en su solución todos los datos provenientes de las teorías anteriores.

Lo divertido y anecdótico de todo es que, al final del libro como apéndices figuran las distintas soluciones parciales que fueron dando cada uno de los autores. Extrañada ante estos resultados, Dorothy Sayers no pudo menos que decir en el prólogo de la novela: «Es entretenido y aleccionador observar el número asombroso de interpretaciones diferentes que pueden concebirse, para dar cuenta de los hechos más simples».