James William Benson, un famoso y prestigioso maestro relojero londinense y proveedor oficial de la casa real, subió en la Estación de Liverpool Street, por asuntos de negocios, en el tren de Londres a Dover de las 10:12. En una consigna del vagón de equipaje blindado dejó a buen recaudo, o al menos eso creía, un valioso muestrario de relojes que pensaba mostrar, un día más tarde, en una exposición de alta joyería que se celebraba el 2 de julio de 1888 en el salón Louis XV del Hôtel de Crillon en París.
Ese vagón blindado, cerrado a cal y canto, nunca se abrió durante el trayecto de apenas 114 kilómetros. Ni siquiera en las paradas de Stratford de las 10:36, Ebbsfleet de las 11:00, Ashford de las 11:40 y la última escala antes de llegar a Dover de Folkenstone de las 12:08.
El vagón estuvo siempre custodiado por Andrew McGallager, un diligente agente de ferrocarriles, que como cada trayecto, hacía guardia en su garita del pasillo de entrada al vagón. Jura y perjura, que nadie abrió la puerta ni entro en el vagón durante el viaje, pero la realidad es que al embarcar J.W. Benson en el ferry de Caláis en el puerto de Dover, receloso abrió el baúl, y comprobó atónito como su valioso muestrario había desaparecido y en su lugar habían dejado unos bonitos cantos rodados.
¿Serás capaz de resolver este misterioso hurto? El tiempo se escapa.
Este caso ha sido publicado en la revista token nº 11 dedicada a Sherlock Holmes y el método deductivo.
4 comentarios sobre “Enigma 22: Tempus Fugit”