Durante el siglo XIX, y a falta de las herramientas necesarias para la demostración de la etiología («dar una razón de algo») de la mayor parte de los trastornos psiquiátricos surgen varias escuelas de pensamiento o pseudomedicinas, basadas en observaciones y experimentos más teóricos que empíricos con cierta base científica, y otros (muchos más divertidos para lo que nos ocupa) que distaban bastante de lo que hoy en día consideramos científico.
Dichas teorías (algunas bastante alocadas) servían tanto para dar una explicación a los trastornos, como para dar un criterio diagnóstico a la hora de enfrentarse a un paciente. Así es como surge, entre otros, el mesmerismo (en francés mesmérisme), también conocido como la doctrina del «magnetismo animal».
Franz Anton Mesmer (1734 – 1815) elabora la doctrina del magnetismo animal, según la cual existiría un fluido universal que facilitaría las relaciones e influencias entre los seres vivos y los cuerpos inanimados y celestes. Esta influencia mutua tiene como resultado un flujo y un reflujo que actúan sobre los hombres, insinuándose en la sustancia de los nervios.
De acuerdo con esta teoria, todas las enfermedades, incluidas las mentales, provienen de una mala repartición de este fluido al interior del cuerpo. Al ser la unión entre el hombre y el universo del mismo tipo que aquella existente entre los objetos imantados, sólo se necesita drenar dicho fluido por medio de un imán (magnetismo mineral) para restablecer el equilibrio en el organismo.
Mesmer trata a sus pacientes aplicándoles, en primer lugar, imanes que hace fabricar por los obreros del Observatorio de Viena, a fin de que se adecuen a las diferentes partes del cuerpo. Se refería, por tanto, a un supuesto medio etéreo postulado como agente terapéutico por primera vez en el mundo occidental. Este fluido sería transmisible mediante determinados pases magnéticos. Quizás sus creencias tenían un ligero vaho, proveniente de la tradición europea de la alquimia. Él creía que todo el universo se había desarrollado de una sustancia homogénea primordial, luego diferenciada en la diversidad que conocemos. Luego entonces, la madera, metales, piedras, plantas que él usaba se basaban en la afinidad con el cuerpo del enfermo, más directo aún, en la afinidad y correspondencia de los átomos y mediante el uso ya sea interno (bebidas) o externo (brazaletes y otros debidamente magnetizados) de este agente, el paciente recibía fuerza adicional para combatir la enfermedad.
Meses más tarde su técnica mejoró, empezó a utilizar la imposición de las manos y abandona los imanes, pasando así del «magnetismo mineral al «magnetismo animal», y convirtiéndose en el primer occidental en creer en la capacidad de toda persona para curar a su prójimo usando el hipotético «magnetismo animal». H. P. Blavatsky escribiría años más tarde en su «Glosario Teosófico», que Mesmer fue un simple redescubridor, y que en realidad, este tema se había examinado mucho antes de su tiempo, numerosas centurias anteriores el ascenso de la civilización Europea, y que además, todas las grandes fraternidades orientales, siempre poseyeron los secretos completos referentes a su práctica, la cual aún hoy en aquella época permanecía desconocida (y en la nuestra, me temo).
Lo más curioso de todo es que estas esperpénticas sesiones tenían un cierto resultado ya que los pacientes mostraban una mejoría o desaparición temporal de sus síntomas. Su popularidad crecía y adquirieron cierta fama entre la clase alta europea. Sin embargo, cómo mas tarde se pudo comprobar, su magnetismo animal no era ningún fluido universal, sino un claro ejemplo de sugestión (¿quién no ha escuchado hablar del «efecto placebo»?).
Sea como sea, Mesmer hoy en día es considerado como el padre de la hipnosis moderna, así que podríamos decir que esta técnica fue el antecesor de la hipnosis que mas tarde desarrollaría Charcot. El mesmerismo es, usando las mismas leyes, el fenómeno opuesto a la moderna hipnosis. La hipnosis tiende más al dominio del sujeto, y muy a menudo los hipnotizadores terminan por injertarles vicios morales, quizás inconscientemente a sus sujetos. En cambio el mesmerismo, basado en la creencia del «Magnetismo animal» (o sea, en otras palabras la hoy tan conocida sugestión) se encaminaba más al cuidado del paciente.
Y aunque las teorías de Mesmer se descartaron rápidamente, e incluso fue acusado por curanderismo en Francia, algunos reputados médicos quedaron muy impresionados por sus resultados. Dos cirujanos ingleses, Eliotson y Esdaile informaron de numerosas intervenciones quirúrgicas importantes realizadas bajo la hipnosis sin anestésico. Según la teoría de James Braid, otro médico inglés influyente, fijar deliberadamente la atención en un estímulo único, continuo y monótono evoca un sueño nervioso especial o estupor, estado que denominó neuro-hipnotismo o hipnosis.
También en Inglaterra, una cantidad de personas que no eran científicos, prestaron mucha atención al asunto. No le dieron una reputación mejor que la precedente, y en general, la prensa y el público, los consideraron charlatanes y al mesmerismo un engaño. Esta era la situación hasta que los análisis, en lo que conocemos como hipnotismo, presentaron nuevamente esa fase del tema, y después de 1875 con la aparición en escena de la Sociedad Teosófica de madamme Blavatsky (de la que doy buena cuenta en el manual de «El Club de los Martes» en su página 43), la mente común prestó más y más atención a las posibilidades en los campos de la clarividencia, clariaudiencia, trance, apariciones y cosas parecidas. Pero esa es otra historia, a la que igual dedico otro artículo más en profundidad.
Si quieres profundizar más en el apasionante universo del mesmerismo, recomiendo la lectura del libro «Victorian Literary Mesmerism» donde se da un extenso y buen repaso a la aparición de la doctrina del mesmerismo, crímenes e hipnotismo, en la literatura de la época. A lo largo de varios ensayos de diversos autores, recogidos en el libro, se trata de investigar (con cierto rigor) las complejas conexiones que existen entre el mesmerismo y la ciencia, y su manifestación en la sociedad y cultura victoriana, y como no la imaginación literaria (donde casi todo tiene cabida). Este libro será de interés, por lo tanto, a los estudiosos la literatura victoriana y la historia de la ciencia, así como a los que le apasione la historia cultural y de la sociedad de la época. Otra buena fuente de inspiración para un caso para «El Club de los Martes».


Si quieres profundizar en el apasionante mundo de los clubes (y todo los asuntos que los rodean) recomiendo leer
Otro libro bastante interesante, donde se da buena cuenta de muchos de los clubes londinenses de la época, es «
Así que si quieres profundizar más en este apasionante tema, quiero recomendarte encarecidamente un libro:
Por la experiencia obtenida a lo largo de varios años en el terreno de juego si algo tengo claro es que cada grupo de jugadores con los que me he topado no juega a “El Club de los Martes” de la misma manera. Tal vez tenga que ver que en el manual no se hace especial hincapié en una forma idónea o particular de jugar a El Club de los Martes, sino que se deja a libre albedrío de cada grupo, y claro en la variedad está el gusto. Cada grupo interpreta el reglamento y hace suya su forma de jugar.
Después de la 
El tren Metropolitan se inauguró el 10 de enero de 1863. Casi 41.000 pasajeros viajaron en aquel primer viaje, en vagones descubiertos que iban bajo tierra y tirados por locomotoras de vapor. Los frecuentes trenes pasaban y recogían pasajeros cada 10 minutos, y transportó una media de 26.000 pasajeros al día, a los pocos meses de su apertura. La línea Hammersmith & City se abrió el 13 de junio de 1864 entre Hammersmith y Paddington. Los servicios fueron operados en un principio por GWR (Great Western Railway). El 23 de diciembre de 1865 la extensión oriental de la línea Metropolitan se abrió en Moorgate Street. Más tarde y en esa década se abrieron otras ramas en Swiss Cottage, South Kensington, Addison Road, y Kensington (ahora conocido como Kensington Olympia). El metro tenía inicialmente un ancho de vía dual, lo que permitía su uso por parte de máquinas de la “Great Western Railway (GWR)” y por aquellos que usaran el ancho de vía estándar. Pero ciertos desacuerdos con GWR forzaron que el Metropolitan cambiara a una vía estándar en el año 1863 después de que GWR retirara todas sus acciones del proyecto. Estas diferencias fueron más tarde remendadas, pero de cualquier forma la vía ancha fue retirada totalmente en marzo de 1869.
Pronto se desarrolló una rivalidad en las líneas District y Metropolitan. Esto retrasó significativamente la realización del proyecto de la línea circular ya que las dos compañías competían por construir líneas en los suburbios de Londres. La compañía “
Los primeros túneles del metro fueron excavados usando el método de construcción conocido como