Andrew S. Parrish, un joven técnico que trabajaba en el laboratorio fotográfico de revelado que Eastman Kodak Company (popularmente conocida como Kodak) tiene en el distrito de “City of London” de Londres, apareció muerto calcinado tras un devastador incendio de su laboratorio.
Días más tarde el inspector Frederick Abberline de Scotland Yard demostró, o al menos esa es su línea de investigación, que el incendio fue provocado simultáneamente por al menos cinco focos o fuentes distintos, lo que hace sospechar que la muerte de Andrew fue un asesinato con premeditación y alevosía.
Si a esto sumamos que tras hacerse pública la noticia en la gaceta de la policía diversos altos cargos funcionarios se han visto envueltos en un ocultamiento para mantener los nombres de varios sospechosos fuera de la prensa británica sensacionalista, y es que parece ser que hay algún testigo que presenció a los pirómanos, y hace pensar que hay algo turbio detrás del crimen.
CASO EN FASE DE PRUEBAS. No está disponible la solución, y cuando lo esté, posiblemente sea bajo suscripción de algún tipo.
Liz ‘la coja’, una veterana prostituta del londinense barrio de Whitechapel, en un ataque de locura, con la mente completamente perdida y fuera de control, visiblemente afectada por lo que el médico forense confirmó más tarde ser víctima de un “delirio tembloroso”, debido posiblemente a un fuerte síndrome de abstinencia del alcohol, pasó a cuchillo con una afilada y lujosa navaja de afeitar, en una feroz y encarnizada lucha, a cuatro de sus compañeras de trabajo en el patio trasero de un popular edificio de alquiler de apartamentos en Lambeth Road; sitio donde la mayoría llevaban a sus clientes para terminar su faena por apenas unos míseros peniques. Fue una auténtica carnicería por la que Liz fue condenada, apenas dos días más tarde, a la horca.
James William Benson, un famoso y prestigioso maestro relojero londinense y proveedor oficial de la casa real, subió en la Estación de Liverpool Street, por asuntos de negocios, en el tren de Londres a Dover de las 10:12. En una consigna del vagón de equipaje blindado dejó a buen recaudo, o al menos eso creía, un valioso muestrario de relojes que pensaba mostrar, un día más tarde, en una exposición de alta joyería que se celebraba el 2 de julio de 1888 en el salón Louis XV del Hôtel de Crillon en París.
Cuando la señora Milestone, el ama de llaves, golpeó a la puerta del estudio de Sir Pertinton Ainsworth y no encontró una respuesta se preocupó de inmediato. No era inusual que Sir Pertinton se quedara dormido en su estudio tras revisar los papeles de la empresa, pero nunca pasaba más de un minuto antes que se escuchara algún improperio a través de la puerta de roble como señal que no necesitaba de sus servicios. Esta vez fue diferente, pasaron varias horas antes que la señora Milestone, lo más cercano que tenía Sir Pertinton a un amigo, se atreviera a mandar a pedir por alguien para tirar la puerta abajo pues estaba cerrada con llave.
