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« en: 12 de Marzo de 2012, 00:08:03 »
El nuevo baronet es Fran F G, uno de los más antiguos miembros de la BSK, jugón, moderador, bloguero, podcaster, traductor, diseñador,... un poco de todo en esto de los juegos de mesa. Aquí os dejo su presentación:
Llevo mucho tiempo dando vueltas por esta BSK. De hecho, soy el usuario número 6, registrado desde el 17 de marzo de 2006. En la BSK anterior, la que estaba alojada en ludere.ual.es, también estuve un tiempo, aunque por entonces la cosa no era tan grande ni éramos tantos como somos ahora. Actualmente no es que esté desconectado de la BSK, porque la sigo mirando cada día. Sin embargo, sí que es cierto que ahora me la tomo con bastante más calma: cuando antes podía escribir cinco o más mensajes en un día, ahora quizá escribo un mensaje cada cinco días. Precisamente por mi poca presencia y discreción en estos últimos tiempos, me ha sorprendido gratamente que afrikaner haya pensado en mí como próximo baronet y quiero expresarle desde aquí mi agradecimiento.
Desde pequeño me han gustado los juegos de mesa, en parte porque era lo que se llevaba en su momento y en parte por influencia de mi hermano mayor, porque empecé a jugar con sus juegos. De esa época recuerdo los juegos de siempre: Monopoly, Risk, Parchís, Oca, Damas Chinas (tenía una edición publicitaria, que aún conservo, de unos medicamentos «Campocomplex» y las fichas tenían imágenes de pastillas) y, por supuesto, En Busca del Imperio Cobra. Si hay dos juegos que marcaron mi afición a los juegos de mesa son el que acabo de citar y La Maldición del Templo Cristal, uno de esos juegos en 3D que publicó Cefa que eran poco más que juegos de recorrido.
Un vecino y yo acostumbrábamos a quedar en mi casa o en la suya los sábados por la tarde y jugábamos siempre a En Busca del Imperio Cobra o a La Maldición del Templo Cristal. También jugábamos a veces a dos juegos de Feber de mi vecino, La Mansión de los Fantasmas y Computer Game 2001. De estos dos últimos nunca entendimos bien las reglas, aunque eso no nos impidió para nada disfrutarlos.
Acabada ya la EGB, y en pleno auge de popularidad de las novelas de la Dragonlance, este mismo vecino me habló de juegos en los que podías interpretar a los personajes de la Dragonlance o de El Señor de los Anillos. No tardamos mucho en hacernos con un ejemplar del juego de rol de El Señor de los Anillos y en empezar a jugar. Al principio no teníamos los dados de diez caras necesarios porque no sabíamos dónde comprarlos, así que lo arreglábamos tirando dos dados de seis caras y transformando los resultados de 2 a 12 mediante una tabla en resultados de 1 a 10. Por supuesto, por aquella época no teníamos ni idea de calcular probabilidades, así que esa tabla debía de ser una absoluta barbaridad. Tampoco sabíamos usar las tablas de ataque de cada arma, tan llenas de números y letras que no entendíamos, así que tirábamos directamente en las tablas de críticos que parecían mucho más sencillas y claras. Jugábamos mal, pero, de nuevo, eso no impidió en absoluto que nos divirtiéramos y que quedásemos fascinados con este tipo de juegos.
A los meses de empezar a jugar a rol, mi vecino y yo empezamos a ir a una ludoteca: L'Annex de Golferichs (un edificio nuevo construido al lado de la Casa Golferichs, en la Gran Vía de Barcelona). Este lugar, hoy dedicado a otras cosas, era un paraíso lúdico en la tierra. Constaba de varias plantas, cada una dedicada a un tipo de juegos: planta baja, juegos de ordenador y de consola; primera planta, juegos de mesa; segunda planta, juegos de rol; tercera planta, juegos de construcción y cuarta planta, juegos de expresión corporal. Tenía, además, una colección de juegos impresionante, que a lo largo de los años se fue haciendo cada vez aún más impresionante gracias a donaciones de particulares. Me pasaba allí los viernes por la tarde y casi todos los sábados jugando a rol. Aunque, cuando no había módulo preparado o no teníamos ganas de jugar a rol, bajábamos a la planta de juegos de mesa a hacer algunas partidas. Durante esta época también fue cuando casi cada domingo un par de amigos y yo jugábamos en mi casa una partida a Cruzada Estelar. Tanto jugamos, que llegamos a sabernos de memoria todas las cartas, los datos de todas las armas y los valores de todos los monstruos.
Mi afición a los juegos de rol creció con los años y tuve la inmensa suerte de entrar a formar parte del equipo de redacción de la revista LIDER, especializada en juegos de rol, estrategia y simulación. Ahí empecé a escribir reseñas de juegos de rol, algún módulo, artículos para los dossiers temáticos de cada número, etc. Cuando ya llevaba algún tiempo en la revista, inspirado por Mili KK (un juego de rol ambientado en clave de humor en el servicio militar español, obra de Ricard Ibáñez y Jordi Cabau, que fue publicado dentro de LIDER), se me ocurrió intentar diseñar un juego de rol lo suficientemente pequeño como para que también fuera publicado dentro de la revista. No me costó mucho convencer al director y, de repente, me encontré con que tenía un verano por delante para escribir un juego de rol de la nada. Aún no sé cómo, pero lo conseguí y el esfuerzo se plasmó en «Niños, el juego de rol de los niños de goma», que podéis encontrar fácilmente en internet y que, incluso, tiene su propia página en la Wikipedia, obra de un tal Kintaro, un incansable estudioso de la historia y evolución de los juegos de rol en España, que no tengo el placer de conocer. Más o menos por esa época estuve trabajando unos meses en Joc Internacional, la editorial de juegos de rol que publicaba LIDER, encargándome de gestionar las relaciones con la afición y la línea de atención telefónica InfoJOC.
Todo lo bueno se acaba, o eso se dice. Estaba claro que un lugar en ensueño como la ludoteca de Golferichs no podía durar para siempre, y la serie de transformaciones que sufrió con los años acabó alejándonos del lugar, a mí y a mis amigos compañeros de juego. Durante un tiempo mantuvimos la rutina de quedar en casa de alguno para jugar la partida de rol semanal, pero esto también acabó. La revista LIDER dejó de publicarse, se dejaron de hacer las grandes jornadas de juegos de rol. Los del grupo de amigos empezamos a terminar los estudios, a empezar a trabajar, a tener mucho menos tiempo libre, a tener horarios incompatibles (algunos trabajaban entre semana, otros los fines de semana, otros por turnos). Así que todo se combinó para que durante bastantes años dejásemos de jugar en general, ya fuera a rol o a cualquier otra cosa.
Pero una cosa es dejar de jugar y otra, muy diferente, es perder el interés en los juegos. Yo seguía leyendo revistas del mundillo, frecuentando listas de correo de juegos de rol, curioseando las tiendas de juegos, incluso muy de vez en cuando quedábamos para jugar a algún juego de mesa: Dune, Nautilus, Illuminati, Circus Maximus, incluso Catán (que conocimos una de las últimas veces que fuimos a Golferichs). Fue en una de estas listas de correo de juegos de rol, en Esencia si no recuerdo mal, que leí la presentación de una revista de juegos digital, Tabula. Su director, un tal José Carlos «Wkr» de Diego (que seguro que os suena de algo ;-) pedía colaboraciones. Me animé y escribí una reseña de Nautilus. Gracias a eso se volvió a despertar en mí la afición a los juegos, que permanecía latente porque nunca había desaparecido del todo. Empecé a comprar juegos, a frecuentar la BSK (la de ludere.ual.es), a insistir a los amigos a quedar para jugar. Una cosa llevó a la otra y pronto era habitual del Queimada (el bar lúdico por excelencia de Barcelona) y de muchas jornadas de juegos de mesa. Incluso colaboré con Ayudar Jugando hace años, coordinando las actividades de juegos de mesa durante las jornadas Ayudar Jugando. Fue también gracias al impulso de Wkr que empecé mi blog sobre juegos de mesa, Te toca jugar, que ahora está casi abandonado porque ya no tengo tanto tiempo libre como tenía antes.
Al poco de estar metido en el mundillo de los juegos de mesa me sucedió lo mismo que con los juegos de rol: quería intentar diseñar algún juego de mesa. Así empezó el proceso que dio fruto a Café Race. Cuando el juego ya estaba listo lo publiqué en internet, para que cualquiera pudiera descargarlo, fabricarlo y jugarlo. Incluso llegué a hacer una pequeña autoedición artesanal de 14 ejemplares que se vendió íntegramente durante las Ayudar Jugando 2005, excepto por dos ejemplares que envié a Mallorca a petición de Bowie. El juego llamó la atención de Pol Cors de Homoludicus, que decidió publicarlo profesionalmente y así fue como de nuevo la suerte me sonrió y me convertí en un autor publicado. Aunque una cosa es haber publicado un juego y otra es haber conseguido diseñar alguno más (no hablemos ya de publicar), porque desde entonces mi dedicación principal a los juegos, aparte de jugarlos no tan a menudo como quisiera, consiste en traducirlos.
¿Y cómo me metí en esto de la traducción de juegos? Pues de la forma más tonta posible. Sobre finales de 2004 o principios de 2005 en el BoardGameGeek se inventaron una nueva forma de gastar el geekgold: la ÜberGeekBadge. Yo quería conseguir una, pero no tenía suficiente geekgold. No tenía cámara de fotos, así que no podía subir fotos a BGG para que me dieran geekgold por ellas. Me dediqué a rebuscar entre los archivos de mi antigua página web y encontré algunas traducciones realmente horribles que había hecho hacía mucho tiempo a golpe de diccionario. Las subí a BGG, cobré el geekgold cuando fueron aceptadas, pero no era suficiente. Una de las novedades recientes por aquel entonces era Diamant, de Bruno Faidutti. Su reglamento era muy breve, por lo que me decidí a intentar traducirlo del inglés y subir el resultado a BGG. Me gustó la experiencia, tenía tiempo libre y ganas, así que fui buscando más reglamentos para traducir.
Supongo que Xavi Garriga, de Devir, se tuvo que fijar en mis traducciones y debieron parecerle bien, porque en 2006 me ofreció traducir Sherezade para ellos. Aunque, el encargo, escondía una pequeña trampa: iban muy mal de tiempo y la traducción se tenía que hacer de una semana para la siguiente. Eso significó que ese fin de semana estuve encerrado a cal y canto en casa, enfrentándome a la que fue mi primera traducción para la industria del juego.
Y el resto, como se suele decir, es historia. Continúo haciendo traducciones para Devir (incluso del alemán, gracias a la imprescindible colaboración mi novia, que es alemana), también traduzco los reglamentos de los juegos de mesa que edita LEGO y he hecho algunas traducciones para Homoludicus y alguna que otra cosa suelta más.
Mi última locura lúdica, teniendo en cuenta el poco tiempo libre que tengo, es el podcast sobre juegos de mesa «La voz de su juego», que hago con mi compañero de afición y amigo, Bascu, también habitual de la BSK.
Después de este rollo que he soltado (¿alguien ha conseguido llegar hasta aquí?) vamos con las tres afirmaciones, dos ciertas y una falsa y cada una relacionada con mis tres aficiones principales: los juegos de mesa, las novelas de ciencia ficción y el cine.
- Una vez fui a una macropartida de Carcassonne que Devir y Oriol Comas organizaron en el Museo del Juguete de Figueras. Como Figueras está bastante cerca de Francia, al evento acudieron algunos diseñadores franceses conocidos de Oriol. Uno de ellos era Philippe des Pallières. Oriol me lo presentó y me explicó que era el diseñador de Hombres Lobo y de Wooly Bully (publicado en español como Lobo). A mí el juego me sonaba ligeramente y sin pensar dije lo primero que se me ocurrió: «Ah, ese juego que se parece a Carcassonne». Pues bien, aunque Lobo se publicó en 2002 y Carcassonne en 2000, según me pareció entender, Philippe tuvo la idea de su juego muchísimo antes de que Carcassonne fuera publicado y resulta que no le hace ninguna gracia que los comparen y aún menos que se lo digan en la cara. Creo que aún se debe de acordar de mí como ese español bocazas que le presentaron en Figueras.
- Uno de mis escritores favoritos es William Gibson (de hecho, ahora mismo estoy leyendo su última novela, Historia Cero). Hace años me enteré de que venía a Barcelona a dar una conferencia dentro de un evento organizado por el CCCB (Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona). Yo quería asistir a esa conferencia a cualquier precio, así que fui al CCCB unas diez horas antes de la hora de inicio anunciada. La espera fue larga, dura y aburrida, pero conseguí mi propósito y puede asistir a la conferencia. Luego tuve la inmensa suerte de que el propio William Gibson en persona, con sus casi dos metros de altura, me firmara su último libro publicado en español en ese momento (Todas las fiestas de mañana) y que incluso me diera la mano. No soy muy mitómano, pero esa firma y ese momento forman parte de mis mejores recuerdos.
- Volviendo andando a casa desde el trabajo me crucé con el rodaje de la película «Vicky Cristina Barcelona» de Woody Allen. Me quedé a mirar un rato, junto con los curiosos y luego me marché. Cuando la película se estrenó la fui a ver, en parte porque Woody Allen me acostumbra a gustar y en parte por la curiosidad de ver una película filmada en mi ciudad y de la que había visto en persona parte del rodaje. ¡Cuál fue mi absoluta sorpresa al comprobar que salgo en la película! En una de las escenas en las que andan por la calles del barrio de El Raval se ve caminando a alguien que da la espalda con una camiseta negra, unos pantalones verdes y una bolsa de ordenador portátil. Ése soy yo.